Tras 10 años de una guerra (1868-1878) impactada por la desunión, indisciplinas, el caudillismo, entre otros conflictos, algunos encontraron en la firma del Pacto del Zanjón -que pretendía una paz sin la verdadera autonomía de la metrópoli- la solución a las hostilidades, justo cuando los mambises retomaban la lucha por la libertad en el oriente y centro de la isla.
El 15 de marzo de 1878, en una localidad cercana a la oriental provincia de Santiago de Cuba conocida como Mangos de Baraguá, el mayor general Antonio Maceo y otros altos jefes y oficiales mostraron su negativa a aceptar el convenio, que no brindaba respuesta alguna a la situación que propició la guerra y resultaba “una rendición vergonzosa”, a juicio del prócer.
Cuando el gobernador y pacificador español Arsenio Martínez Campos intentó dar lectura al Pacto, Maceo respondió con un rotundo: “Guarde usted ese documento, no queremos saber nada de él”, a lo que prosiguió la pregunta de su interlocutor: “¿No nos entendemos?”, y de nuevo la réplica tajante del cubano: “No, no nos entendemos”.
A la historia ha pasado la significación de este hecho con el cual, al decir del líder histórico Fidel Castro, llegó a su cumbre el espíritu patriótico del pueblo de Cuba “y las banderas de la Patria y de la verdadera Revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocadas en su sitial más alto”.
Años después, diría Antonio Maceo que tres veces en su angustiada vida de revolucionario sufrió las fuertes y tempestuosas emociones del dolor y la tristeza, al referirse a la muerte de sus padres y al Pacto del Zanjón.
El historiador Ernesto Limia, en una valoración del acontecimiento, aseguró que la Protesta de Baraguá fue una demostración de intransigencia revolucionaria, que rescató el espíritu independentista de no ponerse de rodillas.
Fue ese el aliento que llevó a tomar las armas nuevamente en la Guerra Necesaria (1895-1898) organizada por José Martí años más tarde, la cual concluyó con la intervención de Estados Unidos en sus últimos momentos y la adjudicación de la victoria sobre España.
Seis décadas más tarde, la isla se liberó definitivamente de la dominación extranjera, con el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959 y la huida del país del dictador Fulgencio Batista.
En el mismo sitio donde tuvo lugar la Protesta de Baraguá, pero el 19 de febrero de 2000, Cuba ratificó en juramento la voluntad de resistir en el nuevo escenario de batalla de las ideas que pervive hasta hoy, con las tecnologías y las plataformas digitales como terreno de lucha constante por la verdad y la justicia.
acl/lrg