El capitán general Don Francisco Dionisio Vives propuso su edificación para conmemorar la fecha de fundación de la ciudad y, con ella, perpetuó el legado de uno de los monumentos más emblemáticos de la urbe cubana desde el año 1519.
Por orden del gobernador Francisco Cagigal de La Vega, en este lugar, se erigió en 1754 la columna conmemorativa de tres caras, con inscripciones –columna Cagigal–, rematada por una imagen de la virgen del Pilar y entrado el siglo XIX, el propio Vives instauró las nuevas obras en sus alrededores para enaltecer el sitio.
La primera piedra fue colocada el 21 de noviembre de 1827 con arreglo a los planos elaborados por el coronel Antonio de la Torre y bajo la dirección del Regidor, Francisco Rodríguez para su posterior inauguración cerca de 4 meses después, el 19 de marzo de 1828.
Dentro de la fisonomía de la Plaza de Armas- la más antigua de la capital cubana- ese templo cobra especial significación para locales y visitantes que admiran su belleza externa mientras en su decoración interior resaltan tres grandes murales del pintor francés Juan Bautista Vermay, fundador de la famosa Academia habanera de San Alejandro.
Posteriormente las cenizas del pintor y su esposa, fallecidos en la Isla, se depositaron en una urna en el interior del monumento junto al busto del artista.
Otra especial tradición acontece cada 16 de noviembre cuando citadinos y viajeros dan tres vueltas alrededor de la ceiba situada a los pies de El Templete, siempre en sentido contrario a las manecillas del reloj para depositar allí sus deseos.
Como símbolo de La Habana, se ha conservado a lo largo de los siglos gracias a diversas intervenciones y en el jardín se sembraron otros árboles de Ceiba, distintos a aquella sembrada en 1960 que cedió a los rigores del tiempo en 2016 y fue sustituida por un árbol joven que tampoco tuvo mucha suerte.
Al año siguiente, se plantó la que llega a nuestros días, observada fuerte y reverdecida.
Desde los años 1990 y convertido en museo, El Templete forma parte de los disímiles monumentos que resguardan los especialistas de la Oficina del Historiador, garantizando su consolidación y perdurabilidad arquitectónica al tiempo que su patrimonio pictórico fueron llevados de la mano y asesorados por expertos del museo del Louvre, en París, Francia.
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