Diversas visiones de país compiten por conquistar a la mayor cantidad posible de los casi 49 millones de votantes inscritos de cara a los comicios, una cita en las urnas que pudiera rondar la cifra máxima de abstencionismo histórico registrado en 2002.
Según encuestas recientes del Instituto Odoxa para el diario Le Figaro y una divulgada por la cadena Franceinfo, la tasa de ciudadanos ausentes al sufragio llegaría a 28 por ciento, muy cerca de la reportada hace dos décadas (28,4), con los jóvenes de entre 18 a 24 años como los más proclives a abstenerse.
Este escenario y las dudas que presentan muchos electores a la hora de definir su inclinación, alimentan las esperanzas y las expectativas de los tres principales candidatos, de los 12 en liza: el presidente Emmanuel Macron, la líder de la extrema derecha Marine Le Pen y el jefe de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, los dos últimos en su tercer intento de llegar al Elíseo.
Macron cayó varios puntos desde finales de marzo, y a menos de 48 horas de la primera vuelta cuenta con 26,5 por ciento de las intenciones de voto, de acuerdo con el resumen de sondeos actualizado a diario por el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP).
Otro es el panorama para Le Pen y Mélenchon, quien constituye la esperanza de la izquierda y las fuerzas progresistas, al menos para la mayor parte de esos sectores, de evitar la eventual reedición del balotaje de 2017, cuando el jefe de Estado y líder de La República en Marcha derrotó con holgura a la ultraderechista y creadora de Agrupación Nacional.
La hija de Jean-Marie Le Pen se acerca cada vez más al empate técnico con Macron, al recibir 24 por ciento de apoyo en la publicación del IFOP, mientras el diputado insumiso alcanza 17,5, confirmando ambos la tendencia al alza en los potenciales respaldos.
El trío de favoritos parece sepultar a los otros dos aspirantes que habían punteado en el grupo de avanzada, incluso con posibilidades en algún momento de avanzar a la segunda vuelta, el también exponente de la extrema derecha Éric Zemmour y la conservadora Valérie Pécresse, colocados ahora mismo por debajo del doble dígito de electores a su favor para el domingo.
MACRON AUN FAVORITO
El presidente era hasta hace muy poco el claro favorito de los franceses para seguir por otros cinco años en el Elíseo, un hecho celebrado por sus seguidores y bastante asumido por sus detractores, pero en semanas recientes decayó el “efecto bandera” derivado del conflicto en Ucrania, y ya no luce tan segura su victoria, aunque mantiene la delantera.
A sus 44 años, el exministro de Economía bajo el Gobierno del socialista François Hollande es el más difícil de clasificar en un ala de la política francesa, a veces presentado como centro o centro-derecha, aunque en su discurso se define como un europeísta y un reformador del capitalismo.
La Unión Europea nos protege y nos garantiza derechos, y nos permite reformar un capitalismo que se ha vuelto excesivo y a veces loco, señaló esta semana en un mitin de campaña, resumiendo su proyecto.
En tiempos de crisis y de pérdida de poder adquisitivo, agravadas por el conflicto entre Rusia y Ucrania, Macron promete a sus compatriotas independencia energética, agrícola y en seguridad, en medio de críticas de sectores que lo acusan de ser la apuesta de quienes aspiran a ser cada vez más ricos, a cualquier costo.
LE PEN Y SU DISCURSO MODERADO
Barrida en el balotaje de hace un lustro, Marine Le Pen aprendió la lección del riesgo que representan las etiquetas de abiertamente antiinmigrante y antieuropea, y con un discurso más moderado parece convencer a más personas, al punto de que los sondeos proyectan un duelo cerrado de repetirse la batalla frente a Macron en la segunda ronda, señalada para el 24 de abril.
Sin embargo, no ha ocultado su intención de eliminar el islamismo, de frenar la emigración masiva y de reformar la Unión Europea, de manera que sufra un duro golpe la libre circulación por el espacio Schengen.
Respecto a los temores de guerra en el denominado viejo continente, la diputada de 53 años ofrece hacer de Francia una potencia de equilibrio a favor de la paz, y brinda esperanza a una juventud muy preocupada por su futuro económico.
Su lenguaje menos incisivo funciona, según las encuestas, pero para los progresistas del país no deja de ser “una loba metida en la piel de un cordero”, e insisten en que los franceses deberían hacer todo lo posible para impedir que llegue al poder, o incluso al balotaje.
MÉLENCHON Y LA ESPERANZA RENACIDA
Para el líder de La Francia Insumisa, cuarto hace cinco años en la primera ronda de las presidenciales, esta es la oportunidad de dotar al país de un escenario diferente, más centrado en lo social y que no le falle a su pueblo en horas difíciles como la pandemia de la Covid-19.
En ese sentido, calificó hoy en Twitter a Francia de “un país en ruinas: incapaz de hacer mascarillas y vacunas (…)”.
Desde la Unión Popular, el nombre de su campaña, Mélenchon llama al “voto útil” dentro de la izquierda, considerando el potencial de sufragios de candidatos como el ecologista Yannick Jadot (5,0 por ciento de apoyo), el dirigente comunista Fabien Roussel (2,5-3,0) y la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo (2,0).
Esta mañana, la exministra de Justicia y otrora aspirante al Elíseo Christiane Taubira anunció que votará en las presidenciales del domingo por el dirigente insumiso de 70 años, a quien consideró la mejor opción para la izquierda.
La ganadora en enero de una primaria popular que atrajo a más de 400 mil personas, aunque se retiró en marzo de la contienda por falta de apoyo, precisó que Mélenchon es el único capaz de evitar que la extrema derecha alcance el balotaje a través de Le Pen.
“Ver a la extrema derecha en el poder pareció durante mucho tiempo una idea delirante. Hace cinco años esta hipótesis todavía parecía extravagante, aunque llamaba a la vigilancia. Sin embargo, estamos ante una perspectiva posible en estas elecciones presidenciales”, advirtió Taubira.
mgt/wmr