Según la revista Nature Cardiovascular Research, los macrófagos son grandes glóbulos blancos que recorren el cuerpo como una especie de equipo de limpieza, eliminando los residuos peligrosos.
Empero en las personas con aterosclerosis -depósitos de grasa e inflamación en los vasos sanguíneos- estos pueden causar problemas.
Los macrófagos se alimentan del exceso de grasa en las paredes de las arterias, pero la misma hace que se vuelvan espumosos.
«Una vez convertidos en macrófagos espumosos tienden a fomentar la inflamación en las arterias y a veces rompen las placas, liberando coágulos que pueden causar un ataque al corazón, un derrame cerebral o embolias en otras partes del cuerpo”, argumentaron los especialistas.
Los científicos aseguran que una determinada proteína podría evitar este tipo de comportamiento perjudicial, la llamada TRPM2, la cual se activa con la inflamación y ordena a los macrófagos que empiecen a consumir grasa.
“Toda esa activación del TRPM2 empuja la actividad de los macrófagos, lo que conduce a más macrófagos espumosos y a arterias potencialmente más inflamadas”, puntualizaron.
El proceso –afirmaron- funciona como una especie de círculo vicioso promoviendo el desarrollo de la aterosclerosis.
Los científicos demostraron una forma de detener el ciclo, al menos en ratones, y lo hicieron eliminado la proteína TRPM2 en ellos.
Tal procedimiento no pareció perjudicar a los ratones y evitó que los macrófagos se volvieran espumosos, además de aliviar la aterosclerosis de los animales.
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