En exclusiva a Prensa Latina, el Premio Nacional de Literatura en 2003, Reynaldo González, catalogó la obra como la gran pieza del siglo XIX de la nación caribeña, la conquista mayor de la época en términos prosísticos y un tema imprescindible en la cultura criolla.
“La novela de Villaverde permitió el aporte de una interpretación respecto a la crueldad de la esclavitud y de la incomodidad e imposibilidad de los amores románticos. Resulta trascendente, aunque es un fenómeno ya superado. De ahí vienen nuestros orígenes”, significó.
El también Premio Nacional de Periodismo Cultural 2007 mencionó su ensayo histórico Contradanzas y latigazos, publicado en 1983, en el cual no reflejó el amor de una pareja, sino a un contexto cruel, y recomendó la investigación crítica realizada junto a Cira Romero sobre Cecilia Valdés.
“Lo trabajamos con una pasión literaria que reconstruía la centuria decimonónica con una glosa, numerosas notas al pie y rigurosamente documentado. Es una oda al libro mismo y además al pasado triste de Cuba, previo al comienzo de las guerras independentistas”, aseguró el autor de los cuentos Miel sobre hojuelas.
El creador de la novela Siempre la muerte, su paso breve, reconoció cómo el periodo colonial estuvo marcado por la ingratitud y el dolor, detonantes de la necesidad incuestionable de las luchas abocadas a la libertad y autonomía de la metrópoli española, desde mediados del XIX.
Cecilia Valdés o la Loma del Ángel, le interesa al cine, al ballet y la música, expresó el hacedor del relato testimonial La fiesta de los tiburones, y provoca continuos análisis por su forma de contar, no solo desde las emociones, también para la inteligencia.
En la narración de Villaverde, aparecen personajes reales de aquella época, integrantes del entramado social y de la anécdota, y simboliza sabiduría e idiosincrasia, a juicio del creador de otros títulos como Lezama Lima, el ingenuo culpable; La mujer impenetrable y Llorar es un placer.
“La historia no es un cuento sencillo y simple. Si le quitamos su complejidad no trasciende, debe ser tratada desde la meticulosidad y el razonamiento. Mis ensayos parten de una indagación profunda que no me permite darle excesivo camino a la imaginación, el protagonista es el dato”, refirió.
Cuba es una presencia habitual en la obra de González, un ejercicio de reafirmación entre el autor y el lector, un retrato del pálpito de la vida y un repaso a la memoria colectiva: “fuimos la novia ingrata de España y la novia imposible de Estados Unidos”, concluyó el literato.
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