Su papel resultó fundamental en la supervivencia de los guerrilleros encabezados por Fidel Castro en la Sierra Maestra que luchaban para liberar a la isla de la tiranía de Fulgencio Batista, y también en diversas misiones logísticas y de combate.
Luego del triunfo el 1 de enero de 1959 fueron arduas las jornadas de trabajo en disímiles responsabilidades, entre ellas, como secretaria de la Presidencia y del Consejo de Estado y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Una parte importante de su labor la dedicó a conservar la historia y el patrimonio de su país, de ahí la atención directa brindada por ella a la construcción de obras como el centro turístico Guamá, el parque La Güira, la heladería Coppelia, el Parque Lenin, el Zoológico Nacional, el Palacio de Convenciones y el hospital Frank País.
Muchos la recuerdan además por su sensibilidad al tratar con los demás y su preocupación por la búsqueda de soluciones a las insatisfacciones y problemas de los ciudadanos.
También por el ascenso junto a su padre hasta el más alto punto de la isla, conocido como Pico Turquino, donde colocó el 21 de mayo de 1953 un busto del Héroe Nacional, José Martí, que hoy tradicionalmente visitan los jóvenes cubanos.
Basta solo mencionar algunas de las tareas que desempeñó, entre ellas, la creación de la Oficina de Asuntos Históricos y de escuelas para la superación de mujeres, así como las que desarrollara como diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) o miembro de la dirección de la Federación de Mujeres Cubanas.
Celia Sánchez murió el 11 de enero de 1980 y a sus honras fúnebres asistieron no solo los líderes de la Revolución, sino también miles de cubanos que espontáneamente acudieron a rendirle homenaje.
Para la posteridad quedarían guardadas de ese día las palabras dedicadas a ellas por Armando Hart, al decir que Celia era “la flor más autóctona de la Revolución”.
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