El país vive momentos de polarización, que muestran tres polos enfrentados entre sí y con la mira en la cita en las urnas del 12 y del 19 de junio: el oficialismo, la izquierda con su Nueva Unión Popular Ecologista y Social (Nupes) y la extrema derecha que representa Marine Le Pen, derrotada en el balotaje de las presidenciales.
Otrora influyente, el partido de derecha Los Republicanos (LR) parece relegado, al igual que la formación Reconquista del polémico Éric Zemmour, golpeados por el fracaso en las presidenciales de la conservadora Valérie Pécresse y del propio ultraderechista.
Las opiniones y las críticas se centraron esta semana en la designación el lunes de Élisabeth Borne como primera ministra, apenas la segunda mujer en el cargo, y el anuncio ayer del nuevo gobierno, encargado de materializar las promesas de cambio de Macron para su quinquenio de continuidad en el Palacio del Elíseo.
A juzgar por las reacciones, las legislativas se han convertido en el botín político más preciado de Francia, al que el ejecutivo mira con la ambición de consolidar su poder.
Entretanto, la oposición apuesta por bloquearle el camino a lo que califica de un lustro con más de lo mismo, e incluso un sector de ella aspira a revertir el nombramiento de Borne para llevar al hotel de Matignon a Jean-Luc Mélenchon.
Rostros conocidos, como los ministros de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, y del Interior, Gérald Darmanin; junto con figuras inesperadas, como el historiador Pap Ndiaye al frente de la cartera de Educación Nacional, Catherine Colonna en el puesto de Canciller y Sébastien Lecornu de titular de Defensa, son la apuesta de gabinete para comenzar el período.
Borne consideró al equipo garante de la igualdad y del equilibrio, pero la oposición, al margen de su color, lo anegó en críticas y descalificativos.
Para Mélenchon, el líder de La Francia Insumisa, el nuevo gobierno recoge a las principales figuras del abuso social y la irresponsabilidad ecológica del anterior, acusándolo de “continuidad”, mientras Le Pen –máxima figura de Agrupación Nacional estimó que “simboliza la incompetencia y la arrogancia de Emmanuel Macron”.
Ambos políticos excandidatos al Elíseo señalaron las legislativas como el camino para vencer al jefe del Estado y su proyecto, en una suerte de tercera ronda, esta vez para definir la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional, la cual tiene la última palabra en suelo galo en el ámbito parlamentario.
Con Juntos, el movimiento gobernante La República en Marcha y sus aliados intentarán conservar la mayoría en el Palacio de Borbón, un resultado que asumiría como un espaldarazo al gabinete bajo asedio opositor.
Por su parte, la Nupes buscará de la mano de insumisos, ecologistas, comunistas y socialistas dominar el Hemiciclo, con el declarado objetivo de promover mejoras sociales, entre ellas el aumento inmediato del salario mínimo, el regreso a los 60 años en la edad de retiro, la erradicación de la pobreza y la reconquista de los servicios públicos.
También la extrema derecha liderada por Le Pen mira con esperanza hacia las legislativas, avalada por los 13 millones que votaron por ella en abril.
Una encuesta divulgada ayer por Elabe para los medios BFM TV y L’Express, situó a la unión de izquierdas delante en la primera ronda, con un 27,5 por ciento de las intenciones de voto, seguida por la oficialista Juntos (27) y Agrupación Nacional (21,5).
Sin embargo, en la segunda vuelta el sondeo reflejó una clara victoria de los partidarios de Macron, con más de los 289 escaños necesarios para conservar la mayoría en la Asamblea, la Nupes con hasta 185 de los 577 curules y Agrupación Nacional con un máximo de 65.
El director de Estudios de la encuestadora Ipsos, Mathieu Gallard, comentó a la cadena Franceinfo que la diferencia entre una y otra ronda y la ventaja final de Juntos se explicarían por la dispersión de sus candidatos con opciones por la geografía francesa, mientras la izquierda cuenta con su fuerza principal concentrada en determinadas circunscripciones.
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