FotoPL: Ileana Piñeiro
Desde los más diversos confines del mundo y estimulados por el carisma y la gracia criolla de los profesores de danza y bailarines Iván Martínez y Yalili Rodríguez, poco a poco fueron sumándose en la sede parisina del ente multilateral los invitados a las clases de baile de ambos estilos, tan populares como autóctonos de la isla.
Por varios minutos, el protocolo y el ajetreo de la diplomacia quedaron a un lado, y los presentes -embajadores, funcionarios y directivos incluidos- movieron el cuerpo al compás de las instrucciones, para ratificar así que la Unesco es la casa de la cultura, y que más allá de las diferencias de todo tipo, somos solo humanos de un mismo planeta, el cual pide a gritos paz y entendimiento.
El Hall Ségur de la institución se bañó este miércoles, en la continuación de las jornadas dedicadas a la riqueza cultural e histórica de América Latina y el Caribe, de Rumba y de Son, pero también de Bachata, Merengue, Cueca y Capoeira.
Es muy bonito estar aquí y ver a las personas bailar con nosotros, y hacerlo muy felices, comentaron a Prensa Latina los profesores de danza Martínez y Rodríguez, dos cubanos que viven en Francia desde hace algunos años, pero que en cada paso se sienten acompañados por su tierra.
La Rumba cubana ya es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y creemos que es el turno del Son, sabemos que se necesitan trámites para ello, pero confiamos en que ese día llegará, porque el Son representa nuestra identidad, afirmaron aún con huellas del sudor de los hermosos momentos compartidos aquí.
Los bailarines consideraron la experiencia de esta tarde una manera de promover la candidatura del Son, al que calificaron de célula de la música en la isla, de la cual derivan otros ritmos populares.
La embajadora de Cuba ante la Unesco, Yahima Esquivel, agradeció la acogida a la iniciativa de compartir tradiciones de la nación antillana ya universales e invitó a seguir acercándose a las propuestas programadas durante la semana.
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