La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí evocó en esta fecha de aniversario la figura del joven que se convirtió, a su corta edad, en el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo xx.
Según refirió el centro literario en su sitio digital, en los poemas y dramas de García Lorca se revela su capacidad como agudo observador del habla, la música y las costumbres de la sociedad rural española que lo recibió en 1898.
Una de las peculiaridades de su escritura es la capacidad para describir ese ambiente real y convertirlo en un espacio imaginario donde da expresión al deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística, significó.
El hombre, natural de la localidad de Granada, quedó adscrito a la generación del 27 integrada por otros que brillaron también por su audaz metáfora y por fusionar las formas de la poesía tradicional con los movimientos de vanguardia.
Lorca llevó a la par de la escritura sus posturas revolucionarios y posiciones antifascistas que le convertieron en una víctima mortal de la Guerra Civil, tras ser fusilado en agosto de 1936 cuando tenía solo 38 años.
Poeta en Nueva York (1931), uno de sus poemarios emblemáticos, es la clara ilustración de angustia y denuncia social del prosista ante las condiciones de insolidaridad, el sufrimiento y la defensa de los marginados.
“(…) el verdadero dolor no está presente en el espíritu. No está en el aire ni en nuestra vida (…) es una pequeña quemadura infinita en los ojos inocentes de los otros sistemas”, versa un fragmento del poema Panorama ciego de Nueva York, perteneciente a este poemario.
Su estilo depurado y hermético, dotado de lirismos, modernidad y simbolismos, tanto en la poesía como en el teatro, estuvieron marcados por otros notables escritores entre los cuales destacan Antonio Machado, Ruben Darío y Salvador Rueda.
Una de sus obras cumbres de las tablas es La casa de Bernarda Alba (1936), que cuenta con miles de adaptaciones y puestas a nivel mundial, aunque no pudo el autor verla representada por su pronta y trágica muerte, en medio de una guerra que no entendió su grandeza.
“Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos, rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico- sangre en la frente y plomo en las entrañas”.
Así describió Antonio Machado la partida del intelectual, un hecho vil que marcó su adiós definitivo de este mundo y le abrió camino hacia el éter, donde está con su hechizo poético, acompañándonos de la mano.
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