Tal situación, que suele ocurrir en esta época de año en el área caribeña, en América Central, el sudeste de Estados Unidos y Europa occidental, fue informada por el Instituto de Meteorología de la isla.
De acuerdo con el meteorólogo cubano José Rubiera, las gigantescas tormentas de arena ocurridas en la zona central del gran desierto del Sahara, situada a poco más de siete mil kilómetros al este del mar Caribe, comienzan a partir de marzo y abril, tienen su mayor expresión en junio y julio, a veces llegan hasta agosto y, en menor medida, a septiembre.
Realmente no se trata de nubes, abundó, sino de áreas de concentración de polvo, denominadas nubes de polvo del Sáhara.
El polvo está compuesto por finísimas partículas, y se eleva en la atmósfera de 1,5 hasta casi seis kilómetros de altura, agregó.
Entonces, puntualizó, rodeado de un aire muy seco, de un 30 por ciento de humedad relativa o menos, este es impulsado por las corrientes de viento e inicia su viaje por el océano Atlántico Tropical y el Caribe, y llega muchas veces hasta América Central, el golfo de México, el sudeste de Estados Unidos o el nordeste de México.
Una nube de polvo del Sáhara puede transportar sobre el Atlántico hasta América unos 28 millones de toneladas de dichas partículas, y cada año totalizar cientos de millones de toneladas, refirió.
Según el científico, se estima que la intensidad de la capa de polvo del Sáhara se incrementa desde la década del 70 del pasado siglo, debido a mayores temporadas de sequía en la zona del Sahel africano, y la ocurrencia de más tormentas de arena.
Como el aire que acompaña al polvo sahariano es tan seco, inhibe la formación y desarrollo de ondas tropicales y ciclones tropicales, lo que está en consonancia con el comportamiento de estos sistemas meteorológicos durante este período, afirmó.
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