Conversar con César Augusto Martí es hacerlo con alguien que enamora por transmitir algo muy necesario en estos días en cualquier parte del mundo: dedicación, amor al trabajo, compromiso y entrega.
Con extrema sencillez ostenta hoy la máxima categoría otorgada por el Movimiento de Maestros del Ron Cubano, cuyos saberes fueron reconocidos como patrimonio inmaterial de la nación y están a la espera de que la Unesco los declare Patrimonio de la Humanidad.
Martí se declara un ser entregado a la custodia del ron cubano, en particular el del centro de la isla, algo que aprendió desde niño en su natal municipio de Santo Domingo, en la provincia Villa Clara, rodeado de cañaverales y de una familia de azucareros.
“Eso influyó en mi inclinación futura por la carrera de ingeniería química, de la cual me gradué en el año 2000, y en mi vinculación al ron en la fábrica Agustín Rodríguez Mena, donde laboro desde entonces”, puntualizó.
A los tres años de trabajar allí integró el Movimiento, y luego de nueve de intensa formación y aprendizaje para “interpretar, amar, querer y entender que el ron es un beneficio económico para el país, pero lleno de historia y cultura”, alcanzó la categoría de Maestro.
“Soy defensor de una herencia que reposa en las centenarias bodegas de añejamiento. Tengo la misión de preservarla y enriquecerla para que siga siendo una parte exquisita de nuestras tradiciones, reconocida en el mundo entero”, enfatizó.
El ron es un “personaje” que está en la vida de los cubanos, fiel acompañante en momentos alegres, emblemáticos, de festejos, distinguidos, de tristeza y dolor, expresó quien en marzo de 2021 fue promovido a Primer Maestro del Ron Ligero Cubano y a finales de ese mismo año culminó un Doctorado en Ciencias Técnicas, lo que lo convirtió en el segundo con ese grado científico dentro de la familia de los maestros roneros.
Tocar corazones con la impronta de cada marca
Para Martí, el ron cubano goza hoy de excelente salud en el mercado internacional, con la admiración, el reconocimiento y la preferencia de muchos consumidores, sin envidiar en nada al mejor whisky, coñac o brandy.
En su rememoración evocó a José Martí cuando afirmara que cultura es expresión de lo que somos y queremos ser, y eso es precisamente lo que en su opinión distingue a la marca Cubay, que en 2000 inició el despegue en su calidad y variedad de propuestas.
Hoy la región central y su ronera tienen en el Cubay una gama muy completa con el Carta Dorada en dos ofertas, el añejo suave y el añejo, con aromas, sabores y texturas diferentes, y en la gama tradicional, la Reserva Especial 10 años.
“Nuestros dos últimos proyectos, y con mucho éxito, son el Carta Blanca Extra Viejo, y el Extra Añejo 1870, un sentido tributo a la fecha fundacional de la producción ronera en la parte central de la isla”, señaló.
Otras ofertas innovadoras son el Sao Can, hasta hace poco un aguardiente clásico, pero hoy entre las principales clases de rones, y el Kawama, muy bien posicionado en el mercado italiano.
Sin embargo, el colosal y más glamuroso, el nuevo amanecer del ron cubano, es el Eminente, fruto de la experiencia del Primer Maestro César Augusto Martí y Moët Hennessy, la división de Wines & Spirits de Louis Vuitton, un consorcio francés de lujo.
“En menos de año y medio tiene ya 10 reconocimientos internacionales en los certámenes más prestigiosos del mundo de los espirituosos”, resaltó orgulloso de ese empeño, uno de los tantos que le tocó liderar y armonizar al frente de los equipos técnicos.
Todos estos proyectos tienen un ganador: el ron cubano, cuya forma de producción es única e irrepetible, como lo dice el Eminente en su envase, “del campo a la botella”, en un proceso de mezclar y añejar diversos aguardientes en las condiciones cubanas de tierras fecundas, abundante agua y sol, afirmó con total convicción.
“Creo que he puesto todo mi empeño en un líquido que encierra la esencia de una nación. Ahí va todo mi amor, dedicación, pasión y entrega en aras de que ese sabor, esa fábrica y ese pedazo de tierra, mi querida Santo Domingo, se reconozcan y lleguen a los más disímiles y exigentes paladares.
(Tomado de Prisma)