Los países de altos ingresos son responsables de casi la mitad de estas, señalaron en un artículo de la revista británica ‘Nature Food’ los autores, quienes pidieron a los ricos priorizar el consumo de alimentos cultivados y producidos localmente.
La cifra (unas tres gigatoneladas de emisiones anuales) resulta hasta siete veces superior a la estimada antes y supera con creces las del transporte de otros productos básicos, subrayaron en el texto.
A partir del análisis realizado, ejemplificaron que la movilidad sólo representa el siete por ciento de las emisiones de la industria y los servicios públicos.
Incluyeron de muestra 74 naciones (de origen y de destino), 37 sectores económicos (entre ellas hortalizas y frutas, ganadería, carbón y fabricación), distancias de recorrido internacional y nacional así como masas de alimentos.
China, Estados Unidos, India y Rusia devienen los principales emisores del transporte de alimentos en general, precisaron, mientras calificaron de desproporcionado el aporte de los Estados de renta alta.
En este sentido, detallaron, Australia constituye el segundo mayor contaminante dada la amplitud y el volumen de su producción primaria.
Aunque los estadounidenses, alemanes, franceses y japoneses suman el 12 por ciento de la población global, cargan con casi la mitad (46 por ciento) de las emisiones del transporte de alimentos, acentuaron.
Estas –abundó el texto- también dependen del tipo de alimento, mientras expuso que el traslado de las frutas y verduras supera en casi el doble las de la producción.
Al requerir equipos móviles con temperatura controlada, sus emisiones por kilómetro alimentario son más elevadas, puntualizó la doctora Mengyu Li, de la Facultad de Física.
El equipo indicó mecanismos para reducir el impacto sobre el medio ambiente del transporte, entre ellos invertir en fuentes de energía limpias para los vehículos e incentivar a las empresas alimentarias para que utilicen métodos de producción y distribución menos intensivos en emisiones, como los refrigerantes naturales.
Los inversores y los gobiernos pueden ayudar creando entornos que fomenten el suministro sostenible de alimentos, recomendó el profesor Manfred Lenzen, otro de los participantes.
Cambiar la actitud y el comportamiento de los consumidores hacia dietas sostenibles puede reportar beneficios medioambientales a gran escala, recordó la investigación.
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