Josefina, su nombre bautismal, nació en la urbe capitalina el 28 de abril de 1923 y casi cuatro décadas más tarde recibió su doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana, si bien, desde mucho antes, comenzó su bregar en el fascinante mundo de la literatura.
La historia refiere sus vínculos, junto a jóvenes poetas de la época, con el escritor andaluz Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura en 1956 y autor del famoso texto Platero y yo, durante la visita a Cuba del representante del modernismo y la poesía pura, en 1936.
García-Marruz integró el consejo de redacción de la revista Clavileño y de la publicación Orígenes (1944-1956), encabezada por el narrador José Lezama Lima, célebre por su obra Paradiso, y conformada además por su esposo Cintio Vitier, Eliseo Diego, Octavio Smith, Gastón Baquero, Ángel Gaztelu y Cleva Solís.
Los expertos señalan, desde sus primeras creaciones: Poemas, de 1942, y Transfiguración de Jesús en el Monte, difundido cinco años después, la valía y distinción de su estética espiritual y los aportes de su legado académico minucioso en volúmenes como Visitaciones, de 1970.
Autora, asimismo, de Créditos de Charlot, Los Rembrandt del Hermitage, Viejas melodías y Habana del Centro, la estudiosa, fallecida este 27 de junio a la edad de 99 años, laboró como investigadora literaria en la Biblioteca Nacional José Martí y en el Centro de Estudios Martianos, desde su creación en 1977.
La intelectual mereció también distinciones nacionales y foráneas como el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, dedicado al reconocimiento de literatos con una destacada trayectoria en esa región, y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
UNIDOS POR EL AMOR A MARTÍ
Indudablemente, Fina García-Marruz y su compañero de vida Cintio Vitier compartían además el amor por el ideario y la obra literaria de José Martí, de ahí que, hace casi dos décadas, engalanaban con su presencia los espacios consagrados al Apóstol.
En una entrevista concedida por ambos escritores a esta periodista en enero de 2007, catalogaban al Héroe Nacional de Cuba como “el mejor y más completo literato y político de esta patria” y si bien resultó “nuestro primer antiimperialista”, reverenció a los grandes pensadores de Norteamérica.
De acuerdo con su experticia, los investigadores valoraban al ensayista decimonónico como el único hombre en la historia que organizó una guerra sin odios, pues amaba a España, sus padres eran canarios, aunque estaba en contra del mal gobierno de la nación ibérica.
“Lo sintió cuando fusilaron a los ocho estudiantes de Medicina, pero supo controlarlo. Fue más bien una indignación natural ante la injusticia. Él lo dijo una vez: “el odio es una reacción; el amor es un acto”, aseguraba Vitier, desaparecido físicamente dos años después de aquellas declaraciones.
Para el historiador, distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1988, el organizador revolucionario nació en el Presidio Modelo, pues en ese lugar comprendió el carácter utópico de construir con odios una Revolución triunfante y la significación de una batalla a favor de la justicia y no por la venganza.
Sus discursos, reconoció, convirtieron en amigo al peor de los enemigos y sus apuntes, impresiones, borradores de poemas y cartas, muestran su vida íntima y curiosidad intelectual, amplio legado al alcance de amantes de sus versos y prosa en los libros de sus Obras Completas.
Por su parte, García-Marruz, recomendó la lectura de las cartas a María Mantilla, los diarios, los Versos Sencillos y La Edad de Oro a los más jóvenes, “porque él quiso llegar de forma sincera y llana a los niños. Es un encuentro personal, un develamiento íntimo; deben descubrir a su propio Martí”.
De acuerdo con la estudiosa, Premio Nacional de Literatura en 1990, el héroe de la isla creía en el mejoramiento humano, en la convicción de que hombres y mujeres son esencialmente buenos y siempre es posible salvarlos, “por esa convicción los tabaqueros de Tampa lo llamaron Apóstol”.
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