El sitio fue hasta 2011 el destino preferido de miles de sirios y extranjeros que encontraban en el mismo un espacio ideal para la oración y la meditación, y donde se disfruta de una tranquilidad y paz sin igual.
Durante los años de la guerra, el monasterio no sufrió ningún daño directo, pero el moral fue grande con la desaparición del padre italiano Paolo Dall’Oglio, a quien se atribuye la restauración del mismo en 1982 y la renovación de la vida monástica; además, del secuestro del exabad, el padre Jacques Murad, en el año 2015.
El monasterio, cuya construcción carece de todo tipo de extravagancia o decoración, incluye una iglesia que data del siglo XI cuyas paredes están cubiertas con figuras icónicas, murales antiguos e inscripciones en árabe, siríaco y griego.
En uno de sus muros están escritas las frases del Corán “en el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordiosísimo” y “Dios es amor”, en un mensaje de convivencia y armonía entre musulmanes y cristianos.
En 2010, el número de visitantes al monasterio alcanzó los 30 mil, antes de que este movimiento se detuviera por completo debido al estallido del conflicto en Siria en 2011.
Hoy en día, viven en el monasterio dos monjes, una monja y dos jóvenes que experimentan la vida monástica. La edificación consta de tres plantas, tiene habitaciones para visitantes, una enorme biblioteca, un museo y una granja de aves, de la cuál se autoabastecen sus inquilinos.
En declaraciones a Prensa Latina, la monja Huda Fadoul asegura que el monasterio es un destino y punto de encuentro entre todas las religiones y lo visitan tanto musulmanes como cristianos, donde disfrutan de la paz y la tranquilidad.
Gracias al ejército sirio, el monasterio estuvo a salvo de los terroristas de Daesh que estuvieron muy cerca del mismo cuando invadieron la vecina ciudad de Qurayateen entre los años 2015 y 2017, dijo la monja.
Según Fadoul, existe un gran anhelo porque regresen los visitantes, volver a ver a muchas personas en el lugar compartiendo las oraciones y disfrutando de su silencio y tranquilidad.
Merece la pena venir a este lugar sin igual, subir las 350 escaleras para purificar el alma y alimentarla con energía espiritual, afirmaron algunos de los visitantes a Prensa Latina.
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