Embajadores y diplomáticos de diversos países, empresarios, expertos en coctelería, periodistas y amigos de la isla en suelo francés acudieron a la sede de la Unesco para la velada Noche Cubana, motivados por un acercamiento al patrimonio inmaterial de la isla, y en particular por la oportunidad de conocer detalles de uno de sus tesoros, el saber hacer de los maestros roneros.
Durante los últimos 160 años, exquisitas mezclas han evolucionado una y otra vez convirtiéndose en refinados productos que despiertan interés por todo el mundo, frutos de la labor de ocho generaciones de especialistas.
Se trata del sabor líquido de lo cubano, una tradición heredada de mucho tiempo, explicó el primer maestro Juan Carlos González, quien comentó a los presentes que cada generación deja en los barriles su creación, retomada por la siguiente.
Los participantes en el encuentro degustaron una mezcla especial que sintetiza esa labor de décadas, un ron denominado 1724, el número del expediente de candidatura del saber hacer de los maestros roneros cubanos que aspira a ingresar en el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
De acuerdo con González, 1724 constituye el resultado colectivo de los integrantes del movimiento, que aportaron su granito de arena a partir de las bases añejas más exquisitas.
Por su parte, Tranquilino Palencia subrayó el carácter natural del ron producido en la mayor de las Antillas y el compromiso con el medioambiente durante los procesos de creación.
El experto nativo de la oriental provincia de Santiago de Cuba también significó la tradición representada por sus colegas de ser depositarios de un saber, siempre dispuestos a compartirlo para que se perpetúe en el tiempo.
Tenemos la tranquilidad de que esta cultura seguirá adelante, queremos que sea eterna, y la manera de conseguirlo es desarrollarla y entregarla a las próximas generaciones, dijo.
Al respecto, el maestro Asbel Morales aseguró al atento auditorio que ya se prepara la novena generación, lo cual calificó de un deber y una obligación.
Confíen en que Cuba contará siempre con este saber hacer del ron ligero, expuso en una velada marcada por aromas y sabores, gracias además al café, al tabaco y a los platos típicos del país caribeño, acompañados al ritmo del son, la rumba y el chachachá.
Para César Martí, la experiencia heredada y ampliada se traduce en una manera típica e irrepetible de elaborar el ron, una suerte de secreto que no solo se defiende y preserva, también se enriquece como auténtica expresión de la cultura y la identidad cubanas.
Los maestros reconocemos que nuestro trabajo actual es gracias a generaciones precedentes, y por tanto aceptamos con humildad y generosidad que debemos transmitir nuestros conocimientos para que otros sigan la labor, dándole continuidad y engrandeciéndola, sentenció.
También la primera maestra ronera de la isla, Salomé Alemán, dedicó un comentario a quienes en el pasado asumieron el reto de mantener y enriquecer la tradición.
Creo que una de las cuestiones más difíciles es lograr entender la responsabilidad que acogemos, la de no sentirnos dueños de un patrimonio, de un bien público de la nación, para transmitirlo, insistió.
A juicio de Alemán, su condición de maestra y depositaria del saber hacer del ron ligero la llena de orgullo y representa una muestra del empoderamiento de la mujer en la sociedad cubana.
Ya somos dos maestras y tres aspirantes, destacó.
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