En la sede de la embajada cubana en Francia, especialistas de la séptima y la octava generación de los cultores de la ya legendaria tradición compartieron con personalidades de diversos sectores y amigos de la nación antillana su obra, dedicada a la aspiración de enriquecer el patrimonio cultural inmaterial de la humanidad con el saber hacer de los maestros roneros de la isla.
El número 1724 es el que identifica el expediente presentado por Cuba ante la Unesco con la candidatura del saber hacer de sus maestros del ron ligero a integrar ese patrimonio universal.
De acuerdo con el anfitrión de la velada, el embajador Otto Vaillant, el ron forma parte de la historia y la identidad de los habitantes de la mayor de las Antillas, y constituye un elemento fundamental de su rica cultura.
Vaillant dio la bienvenida entre otros al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa del Senado francés, Christian Cambon, al director de Protocolo del Estado galo, Philippe Franc, a la embajadora de la isla ante la Unesco, Yahima Esquivel, a miembros de la solidaridad y a cubanos residentes.
En la presentación y la degustación del ron 1724, el primer maestro César Martí explicó que el producto es un regalo que encierra 160 años de historia y tradición, trasmitidas de generación en generación de especialistas.
Con este proyecto le proponemos vivir los aromas, los sabores y las emociones de la cubanía, subrayó al muy atento auditorio.
Martí compartió que el proceso de creación del exquisito 1724 comenzó en el oriente del país, en homenaje al nacimiento en 1862 en esa región del ron ligero de la nación caribeña.
Después recorrió el resto de los territorios, por lo que tienen ante ustedes a un producto con el aporte de los maestros del oriente, del centro y del occidente de Cuba, destacó.
Por su parte, el experto Tranquilino Palencia comentó a los presentes detalles del proceso de transmisión del saber hacer del ron ligero.
Ya van ocho generaciones que nos hemos trasladado unos a otros, cara a cara, los elementos y la sabiduría acumulados, señaló el maestro, uno de los nueve con los que cuenta el movimiento.
Para Palencia, resulta clave asumir en la consagrada labor que “no somos dueños de este saber hacer, solo depositarios, cofres que guardamos el secreto y lo transmitimos a la siguiente generación”.
En Cuba es parte del patrimonio de la nación, y creemos con humildad que pudiera ser también patrimonio de la humanidad, porque ha sido mucho tiempo de trabajo, manifestó.
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