Por Marta Denis Valle
Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina
Era el 13 de julio de 1895 y la batalla resultó sangrienta de ambas partes: 126 bajas españolas (98 heridos y 28 muertos, incluidos el general Fidel Alonso Santocildes y su ayudante José Sotomayor) y 118 bajas cubanas (83 heridos y el resto muertos, entre ellos el brigadier Alfonso Goulet Goulet (1865-1895).
El ataque comenzó a media mañana casi por la retaguardia mambisa, situada detrás del monte de La Caoba, donde se encontraba Goulet por orden de Maceo.
Martínez Campos había puesto al brigadier Santocildes al frente de fuerzas de varios batallones que custodiaban su marcha hacia Bayamo.
Fidel Alonso Santocildes (1844-1895), militar de profesión, nació en Burgos, España. Antes en Cuba, fue comandante y segundo jefe de la columna de los Cazadores de San Quintín número 11, derrotada por Antonio Maceo a principios de febrero de 1878 en San Ulpiano -15 kilómetros al noroeste de Mayarí Arriba, en el oriente cubano.
EL PATRIOTA GOULET
Goulet, brigadier mestizo de 30 años, murió en la defensa a la impedimenta mambisa (mil patriotas desarmados), con solo una guardia de 40 infantes a su mando que pelearon heroicamente.
Al frente de un grupo de patriotas se alzó en la zona de El Cobre, su tierra natal, el 24 de febrero de 1895 y en los días siguientes se incorporó a las fuerzas del veterano Jesús Rabí. Combatió en la Guerra Chiquita (1879-1880), fue hecho prisionero y enviado preso a España.
Alfonso Goulet mereció los ascensos sucesivos de comandante a coronel y a general de brigada en el breve plazo transcurrido desde su incorporación hasta su muerte en el célebre combate de Peralejo.
EN COMBATE
El nuevo capitán general Martínez Campos, quien arribó a Manzanillo la noche del 11 de julio en el vapor Villaverde, marchaba por tierra hacia Bayamo escoltado por una brigada mixta de mil 500 oficiales, clases y soldados.
Maceo levantó su campamento de Vegas de Yao a la una de la madrugada -600 infantes y 200 a caballo- y esperaba en Barrancas la oportunidad de enfrentar a su viejo conocido.
Al borde de los caminos, emboscó la infantería a ambos lados con sus respectivas avanzadas; situó en la sabana, entre arbustos y hierbazales, escuadrones de la caballería y se colocó en el centro con los jinetes de su escolta y del Estado Mayor.
En casi cuatro horas de combate, las municiones mambisas empezaban a escasear, cuando aparecieron en el horizonte a todo galope tres escuadrones del Regimiento de Caballería Guá, que Maceo introdujo en la sabana de Peralejo, a unos 10 kilómetros de Bayamo, Oriente.
Allí la columna hispana se vio finalmente atrapada entre dos recias alambradas de púa y decidió retirase; el jefe dejó atrás armas, muertos, heridos y prisioneros.
Martínez Campos estuvo encerrado en Bayamo por temor a estar rodeado del 14 al 22 de julio, hasta que recibió refuerzos. Sin comunicaciones, el engaño resultó efectivo mediante fogatas encendidas por una patrulla de caballería mambisa en torno a la ciudad.
PRINCIPIO DEL FIN
El militar y político español Arsenio Martínez Campos (1831-1900) tuvo en su hoja de servicios varios hechos notables pero el triunfo dejó de acompañarlo en su tercera y última presentación frente a los mambises cubanos.
Militar de carrera, fue jefe del Estado Mayor del conde de Valmaseda, tras tener otros mandos con las tropas españolas en Cuba (1869-1871). Entonces brigadier de unos 40 años, Martínez Campos fracasó frente al mayor general Máximo Gómez y su jefe de operaciones, el joven coronel Maceo, en la invasión a Guantánamo de las fuerzas mambisas (1871-1872).
En España encabezó el pronunciamiento de Sagunto (Valencia), en 1874, que dio paso a la Restauración de la Monarquía Borbónica con Alfonso XII, y derrotó a las tropas opositoras poniendo fin a la tercera de las Guerras Carlistas (1876).
Con ese antecedente fue designado Jefe de Operaciones en Cuba, a donde arribó a finales de 1876, con una política de pacificación de fuerzas debilitadas por divisiones internas. Así logró la firma del llamado Convenio del Zanjón por los camagüeyanos, el 10 de febrero de 1878.
Muertos los patricios de la Revolución de 1868, Antonio Maceo asumió a la edad de 32 años, la defensa de los principios que mantuvieron a los cubanos sobre las armas aquellos largos días y noches durante 10 años.
Maceo, apoyado en su histórica moral, pidió una entrevista a quien personalmente llevaba a cabo esta política; el jefe español poco pudo añadir a sus intenciones el 15 de marzo de 1878, en Mangos de Baraguá.
El desconocido joven de 23 años, hijo de pardos libres, incorporado a la insurrección el 11 de octubre de 1868, era mayor general con más de 800 acciones militares cuando terminó la Guerra de los Diez Años.
Nombrado Capitán General en 1895, Martínez Campos sufrió una gran derrota frente a las tropas de Maceo, en Peralejo y en la invasión a Occidente; así se apagó su estrella.
Se vio precisado a renunciar días después que el Ejército Libertador culminara la Campaña de la invasión a Occidente (enero de 1896), burlando a 182 mil soldados españoles -25 mil destacados tras el rastro de los invasores-, que mandaban 42 generales.
A petición propia, fue sustituido por su recomendado a Madrid, el sanguinario Valeriano Weyler (10 de febrero de 1896-31 de octubre de 1897), quien también fracasó frente al pueblo cubano.
arb/MDV