Durante el encuentro, con sede en ese centro de altos estudios, el reconocido cantautor Silvio Rodríguez alabó al hombre de “grandes méritos y mayores elogios” y reconoció su multiplicación por diversos escenarios y países, donde creó colmenas infantiles.
A su juicio, esos niños y niñas esparcidos por el mundo, bajo el influjo del grupo cubano, actúan, cantan, bailan, piensan y “comienzan a ser humanos tan o más consecuentes que muchos de los llamados mayores”, protagonistas de una obra devenida reflejo de la naturaleza bondadosa de su creador.
Desde la institución de altos estudios de esta capital, Rodríguez significó su vocación transformada en auténtica maravilla, el servicio al prójimo y la comunicación fluida, constante, armónica y contagiosa con los pequeños, herencia de las útiles vidas de sus padres.
Para el compositor amigo, el colmenero es “una especie de niño con disfraz de persona mayor”, y los pequeños a su alrededor pertenecen a todos los barrios, colores y poseen diversas aptitudes y características, con valores comunes como el amor y la inteligencia.
De acuerdo con el autor de Ojalá y El necio, los integrantes de esa agrupación atesoran “una capa de conciencia brillante conservada como sólo pueden lograrlo la bondad, la cultura y el compromiso, materias de las que nuestro Tin Cremata es el mejor de los maestros”.
Luego de las palabras de elogio, el director de La Colmenita incluyó en su discurso de agradecimiento a profesores, conjuntos de arte, personalidades e instituciones presentes en su vida, y a los líderes de la Revolución Fidel y Raúl Castro Ruz, “los máximos responsables que yo estudiara en esta universidad”.
La velada contó con la música de la maestra Niurka González y la pianista Malba Rodríguez, y otros reconocimientos conferidos por el Consejo de Artes Escénicas, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y el pintor y escultor Roberto Fabelo.
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