Por Marta Denis Valle
Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina
El primer paso era iniciar la lucha armada para derrocar la segunda sangrienta dictadura del general Fulgencio Batista -un antiguo aliado de Estados Unidos- y abrir, al mismo tiempo, el camino a profundos cambios económicos y sociales.
El golpe militar del 10 de marzo de 1952, ejecutado por el exdictador Batista, impidió la celebración de los comicios presidenciales del primero de junio de ese año, abolió la carta constitucional vigente, instauró un régimen represivo e incrementó la pobreza de la mayor parte de los cubanos.
Entre las voces que se le enfrentaron estuvo el abogado Fidel Castro Ruz, entonces de sólo 27 años, quien solicitó sin éxito al Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales sancionar a los autores de ese hecho anticonstitucional.
Agotadas todas las posibilidades pacíficas, el único camino posible estaba en desencadenar la Revolución por la vía armada, plan que desarrolló en secreto.
Mientras Santiago de Cuba disfrutaba de su noche de carnaval, todos vistieron los uniformes del ejército batistiano -sólo se diferenciaban por los zapatos civiles-, recibieron el armamento y las instrucciones para la acción por parte de Fidel Castro.
«Compañeros -dijo Fidel-, podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos, pero de todas maneras, óiganlo bien compañeros, de todas maneras este movimiento triunfará. Si vencen mañana se hará más pronto lo que aspiró Martí; si ocurriera lo contrario el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, y de ese propio pueblo saldrán otros jóvenes dispuestos a morir por Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante».
Los pertrechos consistían en rifles calibre 22, escopetas calibre 12, pistolas 38 y 45, un M-1 y una vieja ametralladora. Habían costado con su correspondiente parque unos cinco mil pesos colectados centavo a centavo.
Una vez ocupado el arsenal del Moncada, segunda fortaleza militar del país, se llamaría por la radio a la población a sumarse, mediante la difusión de una proclama o manifiesto sobre las raíces y objetivos del Movimiento, y el anuncio de su Programa, incluidas cinco leyes revolucionarias de aplicación inmediata.
Según los planes el Moncada, cuidadosamente preparados, esta acción debía actuar como el motor pequeño que pusiera en marcha otro mayor hasta insubordinar toda la provincia de Oriente.
Luego de alcanzado el triunfo se centrarían en la solución de los problemas de la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud del pueblo, junto a la conquista de las libertades públicas y la democracia política.
El joven abogado Fidel Castro asumió la responsabilidad del movimiento armado y declaró a Martí como el autor intelectual de la acción, ocurrida en desagravio al centenario del natalicio del Apóstol de la independencia cubana.
ACCIONES
Amanecía por encima de las montañas orientales -las más altas del archipiélago cubano- cuando una hilera de automóviles partió de la Granjita Siboney, en las cercanías de Santiago de Cuba, hacia el Cuartel Moncada.
A las 5:15 del amanecer del 26 de julio de 1953 comenzaron los asaltos simultáneos de los cuarteles Moncada, y Carlos Manuel de Céspedes de la ciudad de Bayamo, situado éste último en un importante nudo de comunicaciones de la región oriental del país.
Uno a uno, con exactitud de minutos y segundos, previsto de antemano, fueron cayendo los edificios que rodean el campamento, según declaró después el líder del nuevo Movimiento revolucionario.
Fidel Castro dirigió el ataque al Cuartel Moncada con 45 hombres, precedido de ocho que tomaron la posta tres.
Fueron tomados el cercano Palacio de Justicia por Raúl Castro Ruz con siete hombres y el Hospital Civil Saturnino Lora por Abel Santamaría Cuadrado con 21 hombres (los acompañaban el médico Mario Muñoz y como enfermeras Haydée Santamaría Cuadrado y Melba Hernández Rodríguez del Rey).
El grupo de reserva, alrededor de otros 50, con las mejores armas, nunca llegó pues se desvió por una calle equivocada.
En el combate murieron seis hombres, parte de ellos protegiendo la retirada de sus compañeros. Más tarde fueron apresados y asesinados otros 55 moncadistas y nueve de la población civil.
Fueron presos y condenados: Fidel Castro (15 años de prisión); a 13 años Raúl Castro y otros tres moncadistas; a 10 años, 21 asaltantes; a tres años (tres no participantes) y a siete meses Haydée Santamaría y Melba Hernández.
Ocho lograron escapar o resultaron absueltos por falta de pruebas.
SALVADO MARTÍ
«Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta!», expresó Fidel en su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá.
«Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!».
Amnistiados en 1955 por demanda popular, la misma idea básica del Moncada demostró su validez con la expedición del yate Granma y el nacimiento del Ejército Rebelde a finales de 1956; más de 80 mil militares profesionales fueron derrotados en 25 meses de guerra.
La Revolución llegó al poder cinco años y cinco meses después. En octubre de 1960, Fidel Castro declaró cumplido el Programa del Moncada y el comienzo de una etapa de profundización económica y social.
arb/MDV