Por el coronel (r) Nelson Domínguez Morera (Noel)
Ocupó responsabilidades en la Seguridad del Estado
Nos encontrábamos en una inusual polémica cuando “El Chino” comenzó a relatar que el Comandante en Jefe, en los pocos momentos libres que tenía, prefería para relajarse y descansar en medio del agotador trabajo la práctica una de sus aficiones principales, la pesca submarina.
Contó el jefe de escolta alterno que concurrían a un sitio el cual no agradaba a los que tenían la máxima responsabilidad del proteger al dirigente a quien la CIA intentó asesinar en cientos de ocasiones. Eran aguas muy profundas con fondo excesivamente rocoso y grandes cuevas subacuáticas donde acostumbraban a merodear agresivas especies de picúas.
Sin embargo, y precisamente por eso, Fidel lo prefería dado el potencial peligro que acarreaba el lugar.
Narró “El Chino” que una tarde estaban bien sumergidos ya casi cayendo la noche cuando visualizaron un peligroso pez de ese tipo que buscaba afanosamente retornar a su hábitat, precisamente el refugio que ellos en su nadar inconscientemente le estaban interfiriendo.
Los escoltas que lo vieron trataron de ahuyentarlo de inmediato, conscientes como estaban del peligro en el cual se encontraba Fidel, pero, tan pronto este lo tuvo en su ámbito visual a través de la careta, intentó acercársele; el animal inició una embestida que raudamente lo hizo retroceder un instante, mientras los escoltas lo rodeaban para protegerlo.
Segundos más tarde -contó el jefe de escolta alterno- el Comandante en Jefe apartó a sus hombres y la emprendió desafiante sobre el peligroso pez, al cual le disparó con el arpón…
Aunque no dio en el blanco, la temeraria acción hizo al pez abandonar rápidamente aquellas aguas.
Cuando emergieron a la superficie, y se quitaban y limpiaban los atuendos de patas de rana, caretas, snorkel y acualones, Fidel les recriminó su accionar expresándoles que al enemigo no había que temerle.
“Hay que partirle para arriba siempre de frente y dispuesto a enfrentarlo”, acentuó y agregó que él mismo se atemorizó inicialmente y retrocedió, pero dijo: “Qué carajo es lo que me pasa”. Y la emprendió en su búsqueda y disparó, verdad que sin atino, pero el pez cogió miedo y huyó.
Rebelde ante lo injusto, temerario ante el peligro, ese fue Fidel. La simple anécdota de su enfrentamiento con la picúa se puede transponer a la vida hoy.
Su conducta quedó como ejemplo, como enseñanza: de irle para arriba al peligro, como hicieron por estos días los heroicos bomberos y rescatistas que lograron contener y aniquilar el feroz incendio en Matanzas.
En momentos en que Cuba enfrenta una despiadada guerra económica y de propaganda mediática, el accionar de Fidel Castro es referente imprescindible, sus ideas están más vigentes que nunca.
arb/ndm