Ante el monolito con sus cenizas llegaron las principales autoridades santiagueras y uno de sus nietos, el doctor Fidel Castro Smirnov, con esas ofrendas que resumen el homenaje de los cubanos y el agradecimiento por su colosal obra revolucionaria.
En cada fecha vinculada a su vida y trayectoria política, los numerosos sitios entrañablemente ligados en la urbe a estas nueve décadas y seis años, lo traen de vuelta con la fuerza de los sentimientos y el patriotismo, capaz de vencer al tiempo y las circunstancias por duras que sean.
Fue la llamada casita del Tivolí el comienzo de todo, cuando siendo apenas un niño de seis años llegó y, junto a las novedades del inicio de las primeras letras, descubrió el mar, ese que se extiende azul e inmenso desde las elevaciones del emblemático barrio santiaguero.
Desde entonces, no se detuvo esa sinergia, sedimentada también en los colegios Lasalle y Dolores, donde continuó estudios y aprehendió el espíritu de una tierra rebelde, cálida y hospitalaria.
El asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, que encabezó al frente de jóvenes revolucionarios llegados desde puntos diversos de la geografía cubana, con el propósito del derrocamiento de la tiranía de Fulgencio Batista, devino clímax en esa portentosa relación.
La Granjita Siboney, que fue el cuartel de los insurrectos; el Palacio de Justicia y el antiguo hospital civil Saturnino Lora, estos últimos objetivos también de la acción armada, son testigos de una página gloriosa que lo recuerdan.
Las cárceles municipal y de Boniato, donde estuvo retenido, guardan esa evocación, al igual que lo hace la choza o vara en tierra donde fue sorprendido, en las estribaciones de la Gran Piedra durante el primer día de agosto.
De ese devenir común, el antiguo Ayuntamiento Municipal se yergue en el corazón urbano para recordar la proclamación de la victoria del Ejército Rebelde desde sus balcones el 1ro de Enero de 1959, cinco años, cinco meses y cinco días después de la gesta moncadista.
Muy cerca de la salita de enfermeras donde pronunció su histórico alegato de autodefensa conocido como La historia me absolverá, se juntaron en la mañana de este sábado combatientes y jóvenes para conocer más sobre él, al amparo de la Cátedra honorífica que en la Universidad de Oriente se encarga de avivar su huella.
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