Por coronel (r) Nelson Domínguez Morera (Noel)
Ocupó responsabilidades en la Seguridad del Estado
Durante más de 20 años consecutivos Rafoso se desempeñó como máximo responsable de una de las profesiones más nobles aunque menos consideradas, muy a pesar de constituir de las más peligrosas y heroicas en cualquiera de sus modalidades, dígase extinción de incendios, búsqueda y salvamento o rescate.
En la noche del 26 de agosto de 2016, un agresivo e injusto ataque a su noble corazón segó la vida de ese apagafuegos mayor, el hombre que por más tiempo haya ocupado ininterrumpidamente la Jefatura del Cuerpo de Bomberos de la República de Cuba.
Fue apreciado como “el mejor apagafuegos” para sus subordinados que siempre le reconocieron el arrojo a toda prueba, lo mismo frente a las llamas como ante un escape tóxico o en un derrumbe, lo que obligaba a seguirle sin reparos aún ante peligros mortales.
Los familiares le llamaban El “Benny”, no solo por el costumbrismo de apodos en el segundo nombre, sino también por el innato criollismo y el precoz bailador que siempre era, con marcada afición por aquel lajero grande de la música popular, el inolvidable Benny Moré.
Como “nuestro Negro Bombero” lo mencionaba jocosa y cariñosamente, según me consta, el General de Ejército Raúl Castro en las interminables discusiones del 2000 para obtener las mejores estructuras, distinguiéndolo siempre por las convicciones de que ese Cuerpo debía mantenerse dentro del Ministerio del Interior (Minint), como finalmente así lo decidiera.
O simplemente fue “El Rafa” para sus compañeros y hermanos, primeros oficiales y superiores, entre los que me precio de pertenecer.
Unos y otros por igual siempre le reconocían junto a una bondad sin límites, afabilidad, carácter noble, buen trato, y en ocasiones hasta algo misógino, con una muy resaltante profesionalidad que, no confundirse, también sabía mostrar aristas al saber imponerse cuando había que hacerlo.
Hombre de lealtades sin límites, no solo hacia la Revolución que siempre fuera su quimera y en primer término para Fidel Castro, sino para la familia, como padre, abuelo, esposo y el hermano mayor ejemplar durante casi 50 años de su vida e incluso para los amigos ofreciéndose siempre a servirlos en cosas sensibles.
Su heroicidad sin límites quedó demostrada en infinidad de ocasiones, referiré solo algunas sin precisiones de fechas dado el tiempo transcurrido.
SIEMPRE CON LOS SUYOS
En un peligrosísimo incendio desatado criminalmente por la contrarrevolución en la refinería Ñico López, de la capital, llegó de primero como siempre, disponiendo crear una cadena humana que trasladara cualquier tipo de depósitos con agua previo a la llegada de los vehículos con equipamiento adecuado.
Como muchos se remoloneaban ante el empuje cercano de las llamas, comenzó a emitir improperios a toda voz sin reparar de quién tomaba los recipientes para entregarlo al más cercano, hasta que una voz conocida le aprobó y exhortó a seguirlo haciendo de esa misma forma mientras le alcanzaba su vasija llena: era el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Por los años 1988 u 89, manos enemigas provocaron también un incendio en un pasillo del sótano del ICRT; el humo era asfixiante y a los bomberos había que sustituirlos cíclicamente por desmayos o ahogos, y a pesar de eso me reconoció….
“Y tú qué coño haces aquí hermano, no sabes ni carajo de esto y andas incluso sin careta…”. Con mímica me le enfrenté ríspidamente señalándole que él tampoco la llevaba.
Un 31 de diciembre, en un sospechoso incendio surgido en la tienda La Puntilla, en Miramar, La Habana, me encontraba de Oficial de Guardia Superior en el Centro de Dirección del Minint.
Al trasladarme al lugar fui testigo de cómo el ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, después de felicitarle efusivamente por su labor al frente de las tropas enfrentando los mayores riesgos, le recriminó estarse exponiendo intrépida e innecesariamente, en consideración al cargo que debiera asumir de dirección en el puesto de mando avanzado que se había creado.
El Rafa, todo sudoroso, tiznado y fatigado, se cuadró militarmente y le pidió permiso para continuar reincorporándose con los suyos que se estaban quemando, lo cual le fue autorizado.
Transitó desde su ingreso al Minint, en septiembre de 1967, por los más humildes cargos hasta los superiores, siempre en virtud de los propios esfuerzos, temeridad personal, superación profesional, dedicación abnegada y prolífica.
Sobresalió como especialista, segundo jefe de provincia Habana, jefe de esa misma provincia, jefe de Operaciones, hasta llegar a ocupar la Jefatura del Cuerpo de Bomberos de la nación, perennemente por más de dos décadas. Rafoso fue uno de los pocos cuadros de mando de la institución en cursar con relevantes resultados académicos la Academia Superior de Bomberos en la extinta URSS, graduándose como Ingeniero en Seguridad contra Incendios, promoviendo y divulgando esa poco conocida carrera para que fuera incluida en los parámetros de superación de cuadros del Ministerio del Interior.
Su espíritu de bombero intrépido, bravo, determinado, estuvo en los apagafuegos que vencieron el voraz incendio en la Terminal de Supertanqueros de Matanzas. No temieron a las llamas, les fueron arriba con arrojo, unos lamentablemente cayeron en ese combate desigual y hoy son héroes de la Patria que los contempla orgullosa.
arb/ndm
