Considerado voz de la resistencia y genio de la música, Theodorakis desarrolló un camino en el mundo del arte reconocido sobre todo por la universalidad y versatilidad de sus piezas que influyeron en el renacimiento cultural de la Grecia de posguerra.
Sin embargo, la crítica especializada atribuye la trascendencia de su legado más allá de su obra musical pues fue un líder tanto para artistas como para políticos por su entrega a la lucha contra las injusticias y en favor de la libertad.
De acuerdo con los analistas de su obra, esos principios que defendió lo llevó al arte para otorgarle allí, desde esa dimensión de la sensibilidad, un nuevo significado a la cultura y la participación.
El artista, autor de numerosas bandas sonoras de la cinematografía internacional, puso su sello auténtico a uno se los clásicos del género que lleva por nombre «Zorba, el griego» y contó con la dirección de Michael Cacoyannis en 1964.
Para cine hizo también la música de “Z” y “Estado de sitio” de Costa-Gavras o “Serpico” de Sydney Lumet; además de la composición del “Canto General” del poeta chileno Pablo Neruda.
Varios mensajes circulan en las redes sociales en honor a quien fue llamado » el embajador más brillante de la cultura griega en el siglo XX», capaz de reflejar «las lenguas de los antiguos filósofos» y el sentir del pueblo.
Cuba tuvo en el maestro un gran amigo y aliado que respaldó, entre otras causas, la iniciativa impulsada en 2020 de otorgarle el Premio Nobel de la Paz a la Brigada Médica cubana Henry Reeve por su encomiable labor por el mundo.
Mikis Theodorakis nació en julio de 1925 en la isla de Quíos, falleció a los 63 años en 2021 y sus restos descansan en la Isla de Greta.
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