Ese espacio, creado como continuidad de su archivo personal, reúne fondos documentales, bibliográficos y fotográficos, y ofrece, desde su ideario y acción, la respuesta a la pregunta: ¿para qué nos es útil el Che, como referente en nuestro combate cotidiano?
En declaraciones a Prensa Latina, la doctora en ciencias María del Carmen Ariet explicó que entre los objetivos de la institución, destaca el impulso de una valoración personal sobre el médico oriundo de la nación suramericana, respecto a determinadas cuestiones de su vida y lucha.
“Queremos que los jóvenes vean cómo escribía Ernesto y que no solo tengan una idea emitida por las palabras y convencimientos de otros. Cada generación tiene su modo de interpretar la historia”, explicó.
Por ejemplo, el Centro apoyó la película biográfica «Diarios de Motocicleta» (2004), basada en los diarios de viaje del Che y su amigo Alberto Granado, dirigida por el brasileño Walter Salles y protagonizada por el actor mexicano Gael García Bernal y el argentino Rodrigo de la Serna.
A su juicio, en ese filme los jóvenes encuentran el antecedente del Che adulto y adquieren más rigurosidad en la interpretación de su pensamiento y acervo; también realizan talleres en la escuela primaria Combatientes de Bolivia, “para que los niños entiendan que la frase ‘ser como el Che’ no es dogma ni pedestal”.
«Ser como el Che es una construcción cotidiana. Es imprescindible mostrarles que defectos y virtudes pueden ir a la par y que podemos llegar a ser, sino iguales, al menos parecidos a la estatura de ese hombre admirado por ellos”, expresó la Coordinadora Académica del Centro.
En esos escenarios, añadió, los pequeños trabajan sobre gustos propios del escritor y político, asociados a la fotografía, escultura, ajedrez y literatura y prevén una mayor difusión de los textos sobre Guevara, publicados por la editorial latinoamericana Ocean Sur y el Instituto Cubano del Libro.
Una de las primeras medidas asumidas tras el triunfo revolucionario fue la promulgación del Che como ciudadano cubano; si bien, mereció admiración y respeto desde antes del 1 de enero de 1959, gracias a su sensibilidad y humanismo y su profunda relación con Fidel Castro.
«Esa unidad de pensamiento esgrimida por el líder revolucionario desde siempre era el estandarte del resto de sus compañeros; eso no quiere decir que el Che estuviera de acuerdo con todo, porque era una época de debate y transformación absoluta», argumentó.
Ernesto conoció a Fidel en 1955 durante su permanencia en México; fue, junto a Raúl Castro, de los primeros en la lista de los expedicionarios del Granma cuando aún no existía ni barco, armas o tropas y la llegada a la isla del yate, el 2 de diciembre de 1956, marcó el inicio de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.
Según Ariet, fue respetado también por su valentía, el trabajo en el Banco Nacional, al frente del Ministerio de Industria, su visión de política internacional y el apoyo a los movimientos de liberación en naciones del tercer mundo presionadas por el capitalismo y la colonización.
No es de extrañar entonces que, en sus palabras del 18 de octubre de 1967, el dirigente cubano asegurara: «(…) Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che!»
La frase, arraigada en los niños cubanos durante las décadas siguientes, ha adoptado el simbolismo de nuevos contextos, demandas y batallas y, en este sentido, el Centro Ernesto Che Guevara es consciente del pedido de los jóvenes de una imagen del Che sonriente y más cercano a la cotidianidad.
«Rescatamos esas fotos donde está feliz junto a sus hijos y con la obra emprendida en los primeros años de la Revolución. Se puede, mediante sus fotografías, encontrar también una persona consecuente con nuestras aspiraciones y deseos como ser humano», concluyó la experta.
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