Por Nelson Domínguez Morera
Coronel (r) Noel, ocupó responsabilidades en la Seguridad del Estado
A tres años de su fallecimiento, el 17 de octubre de 2019, recuerdo no solo a la excelsa Prima Ballerina, sino aquella sobrecogedora faceta muy poco conocida de esta maravillosa mujer cubana: su audacia, valor y firmeza para acometer misiones culturales bajo circunstancias extremas, de peligros, como en la Nicaragua de 1979.
Recuerdo su riesgosa primera gira por la tierra de Sandino a escasos 11 meses del triunfo revolucionario, cuando existían aún focos de resistencia del ejército somocista y mercenarios que conformaron la denominada “contra”.
Esas bandas paramilitares incursionaban de manera sigilosa al acecho de víctimas fáciles como los médicos y alfabetizadores internacionalistas cubanos.
Pero fueron fallidos los consejos desde La Habana que le aconsejaron posponer la visita. Alicia prestó oídos sordos a las advertencias y con ella al frente, el Ballet Nacional de Cuba realizó una gira por casi toda Nicaragua.
Lo mismo había hecho meses antes, en 1979, en el Teatro Metropolitan de New York, ante la amenaza de una bomba en esa sala; o en Puerto Rico, frente a coacciones y hasta el lanzamiento de piedras y tuercas del público al escenario en la ciudad de San Juan.
Desafiante, desenfadada y audaz, como siempre, apareció en el aeropuerto Augusto Cesar Sandino de la capital Managua, junto a toda su compañía que en aquel entonces también atesoraba a las renombradas “Cuatro Joyas”: Loipa Araujo, Mirta Plá, Josefina Méndez y Aurora Bosch.
Además, formaba parte del grupo el reconocido músico Jorge Luis Prats, quien las acompañaba al piano en la obra “Canción para la Entrañable Flor”.
¡Menuda tarea me tocó! Pues me encontraba como asesor para la Seguridad de Estado nicaragüense y, de paso, me orientaron garantizar la protección de la troupe danzaria cubana.
A Alicia hubo que hablarle de forma enérgica y autoritaria para que facilitara nuestra tarea de protegerla a ella y a todos.
No obstante, la directora de la agrupación cubana accedió a nuestro reclamo, al igual que su esposo Pedro Simón y el entusiasta historiador Miguel Cabrera, cuando los trasladábamos en caravana de un Departamento (provincia) a otro.
En los largos recorridos, por lo general en angostas y sinuosas carreteras, ella viajaba en el primer Mercedes Benz con ambas piernas en alto que descansaba sobre el respaldar del asiento delantero al lado del chofer, a fin de activar su circulación sanguínea, mientras su cónyuge le sostenía la cabeza sobre una almohada encima de sus muslos.
Y en el piso del vehículo yacían varios fusiles AKM 47 y granadas de mano, lo que le daba un toque kafkiano a la escena, no precisamente de lentejuelas, cortinas, luces o zapatillas de los teatros.
OVACIONADAS ACTUACIONES
Se sucedieron vertiginosamente las ovacionadas actuaciones, casi al delirio en Masaya, Chinandega, Granada, Matagalpa y Estelí, hasta que tocó turno al departamento de León.
En mal momento intentamos persuadirla de no hacer la función planificada en el teatro local, dado que la contrarrevolución urdía planes para colocar artefactos explosivos. Entonces sacó como respuesta una alternativa que nos dejó atónitos, actuar en plena calle, en la avenida principal de la ciudad cabecera.
Resultó en vano que las autoridades sandinistas locales le esgrimieran argumentos sobre lo alto de las temperaturas en aquel verano u otros pretextos, allí se desbordó e irradió toda la maestría de su arte y también entereza y arrojo personal.
Con temperatura de 41 grados o más a la sombra, emprendió el clásico soviético del Ballet del Bolshoi “La Avanzada”, danza en la que culminó ascendiendo sobre los partenaires, convertidos en peldaños humanos.
Esto, hasta colocarse en la cima con una bandera roja y negra del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, que nadie supo nunca de donde la sacó, en lugar de la roja con la hoz y el martillo que es parte de la obra original.
El acontecimiento hizo estallar de emoción y reconocimiento al público congregado en la calle en número mayor a la capacidad del teatro, al que no se le pudo impedir la máxima aproximación sobre ella y sus bailarines.
Demasiado esfuerzo terminó por desplomarla y a la vista de todos, se desmayó, aunque solo un momento, pues la férrea voluntad se impuso y rápidamente se reincorporó para retornar y agradecer los saludos de la multitud, que reaccionó de manera delirante y frenética con la artista.
DE REGRESO EN MANAGUA
Ya de regreso en Managua para las actuaciones finales, pensamos que todo sería más pausado, no solo por una situación operativa y social más favorable a la allí imperante, sino también porque presuponíamos que lo extenso y agotador de la gira había dejado sus huellas en esa indomable criatura.
Pero no fue así. Los “de pie” en el rústico hotel Las Mercedes frente al aeropuerto, donde por razones de seguridad la habíamos hospedado junto a todos los miembros de la amplia delegación artística, los ordenaba dar a las 6:00, hora local, para que todos estuvieran puntuales en los ensayos en el teatro Rubén Darío, ubicado en las inmediaciones del lago de Managua.
Cuando todos llegaban en los microbuses cerca de las 08:00, soñolientos y aletargados, Alicia los recibía haciendo sus propios ejercicios en las paralelas o contando con sus pasos -ya tenía serias limitaciones en su visión- los espacios que le separaban de sus giros al borde final del tabloncillo del escenario para evitar una caída.
Una tarde, después de tan agotadora faena, nos sorprendió al pedir que la llevaran al volcán de Momotombo en Masaya, que estaba en perenne ebullición, lo cual le habíamos prometido y por desgracia para nosotros no había olvidado.
Cuál fue nuestra sorpresa cuando desde el imponente mirador, atinó a descubrir los pequeños “chocollos” (cotorritas chiquititas) que increíblemente hacen nido cercano a la hirviente masa roja de fuego, de la lava en las entrañas del volcán. ¡Y eso que ya tenía afectada la vista!, dije para mis adentros. Pero ahí también se resaltaba su férrea voluntad de imponerse contra los designios de la vida.
ARTISTA CONSAGRADA, INCANSABLE, REVOLUCIONARIA
Con 19 años Alicia Alonso ya era solista en el American Ballet, y su carrera iba viento en popa. Sin embargo, en 1942 sufrió un desprendimiento de retina en su ojo derecho durante una actuación, lo cual le provocó ceguera parcial.
Su fuerza de voluntad fue superior a cualquier limitación. Se impuso en la vida, en el arte y así lo demostró por esos días en aquella compleja Nicaragua.
La gira finalizó con una gran gala de lujo en el teatro Rubén Darío, de la capital, con la presencia del presidente comandante Daniel Ortega Saavedra, y los restantes Comandantes de la Revolución de entonces: Tomás Borge, Jaime Wheelock, Luis Carrión, Carlos Núñez, Bayardo Arce y Víctor Tirado, entre otros.
Asimismo estuvieron presentes representantes del aún diezmado cuerpo diplomático acreditado y un público más conocedor pero igualmente entusiasta con los reconocidos artistas cubanos.
Cuando la despedimos al pie del avión, bastante extenuados pero satisfechos con el deber cumplido, sentí que decíamos adiós a un ser humano incansable, a una artista consagrada, a una mujer valerosa, a una revolucionaria para la que no existían obstáculos.
arb/ndm