Mario Muñoz Lozano
Jefe de la Redacción Cultural de Prensa Latina
En entrevista exclusiva para Prensa Latina, el doctor en Ciencias Históricas y Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas (2009), aseguró que la vida espiritual, las expresiones y formas de actuar de las personas, de cada grupo social, son reflejo auténtico de la nación en su conjunto.
“Llegar a Nueva York, a Madrid, a París y sentir que el cubano que vive allá, de alguna manera identificado con la isla, trata de estar al tanto de la música que se hace aquí, y conoce perfectamente las canciones de la agrupación Havana D’Primera a pesar de que lleva 40 años fuera, da un sentido de nación que es muy importante”, dijo.
El jefe del grupo de investigación de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí (1853-1895) señaló que igual sucede con quien vive en otro país, pero sus raíces están vinculadas a la vida campesina, por lo cual se alegra cuando escucha una décima, que quizás no es lo más representativo de la música cubana en el exterior.
Sin embargo, para nosotros una buena décima guajira o una controversia entre dos declamadores sí identifican a Cuba, a la nación; y nos divertimos y disfrutamos de esas manifestaciones de nuestra cultura popular tradicional, apuntó.
“Creo que por eso la cultura salva, porque te da sentido de nación, de pertenencia, y si además, por tu ideología, por tus posiciones, estás defendiendo que al país, hay que respetarlo pese al asedio que sufre, te ayuda a irte por encima de las dificultades de la vida cotidiana cubana aunque sean tantas”, enfatizó.
“Uno lee una buena novela de un cubano y se siente identificado. Uno lee un poema de José María Heredia, de José Martí o de Nicolás Guillén, y uno dice esto es lo mío, me explica, me da razón de ser. Y yo creo que en ese sentido es que salva”, advirtió.
-¿En qué medida puede la cultura ayudar a Cuba?
-La cultura es decisiva. Creo que un país sin ricas expresiones artísticas y literarias aún no está bien formado. Porque tiene debilidades en la expresión de su autoctonía, de su originalidad, de su sentido como nación.
Un ejemplo es África, donde hay culturas muy diversas en lo que hoy es un Estado, que no es una nación. Y resulta importante que esos elementos culturales, que no son exactamente iguales entre sí, busquen una interpenetración para que sean conocidos y disfrutados por los otros.
Cuando era niño y luego adolescente, conocí a mucha gente de mi barrio pobre, no de ricos -siempre viví en Centro Habana, donde no vivía ni la burguesía ni la clase alta-, y mucha gente de esos lugares rechazaba la música campesina. Sin embargo, mi papá siempre me aclaraba que el punto guajiro es tan cubano como el Chachachá que empezaba entonces.
Las naciones no son homogéneas, las identidades nacionales se van conformando a partir de la diversidad, que con la ayuda de los pueblos será capaz de crear ciertos elementos comunes destinados a darle el sentido de nación. Hay que estimular esas diversidades y los elementos de comunidad.
Todos los cubanos debemos respetar el Himno Nacional, la bandera, pero también que un campesino de la Sierra Maestra o de Santiago de Cuba tenga una curva de entonación al hablar distinta a la que se usa en el occidente del país.
O que el camagüeyano o el holguinero hablen con ese sentido de precisión que tienen con las palabras. No porque se hable diferente, se puede decir que esa persona no es un buen cubano. Esa suma de diferencias ayuda a darle sentido a la nación.
-¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la cultura cubana en estos momentos?
-El principal desafío es mantenerse cubana, porque además de los factores que conspiran contra la vida estable del país, la cultura nacional tiene dificultades para expandirse fuera de Cuba y hacia la totalidad de la nación, por los propios problemas materiales que estamos sufriendo o por los obstáculos que enfrentan a veces nuestros artistas para que se le abran espacios en otros lugares.
Algunas personas dicen que las buenas orquestas cubanas viajan, las invitan a aquí, a allá, inclusive les pagan y pueden tener una vida más adecuada a sus necesidades, pero no es así para todos los artistas y escritores, ni para todos los músicos siquiera.
Y si para un escritor es importante que su obra se publique, algo que no siempre es posible porque la producción editorial del país disminuyó enormemente debido a que no pueden ser asumidos todos los gastos de papel, tinta, imagínese la difícil situación para los bailarines de ballet cuando no hay zapatillas, o para un guitarrista no disponer de cuerdas, o para un estudiante de música no tener el instrumento.
Hay dificultades materiales que entorpecen el desarrollo de la cultura. Pero además creo que, aunque se avanza en eso, las instituciones tienen que ser más agresivas en la promoción de las figuras y de la cultura cubana fuera de la nación.
Tenemos una cultura artística y literaria de una riqueza tremenda, una de las más ricas y diversas en el continente y me atrevería a decir que en el mundo, con un prestigio de muchos años fuera de Cuba en algunas expresiones.
La música cubana, por ejemplo, desde mediados del siglo pasado tenía un gran mercado. Y esa promoción contribuye a un mejor conocimiento y apreciación de Cuba, de nuestra nación, no solo del artista, no solo de las personalidades que van siendo reconocidas.
Y eso hay que extenderlo a todos los campos: un folclorista, un estudioso de las letras cubanas, está contribuyendo también a esa difusión. Y a esas personas hay que ayudarlas para que lo hagan en Cuba, pero también en otros países.
A veces logran que alguna institución extranjera los invite a impartir cursos, conferencias, pero creo que eso hay que hacerlo de un modo más orgánico con el apoyo del país.
-La mayoría de los llamados de hoy a cambiar lo que deba ser cambiado, como instó el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, van dirigidos al sector económico. ¿Cree que ese mensaje deba ser aplicado en la cultura?
-Sin duda. Lo primero es respetar y comprender más a los creadores, entender la tenacidad, el sufrimiento que implica ser artista o escritor. Lo segundo es contribuir desde las instituciones de la cultura a abrirle el camino a la obra de estas personas.
Se hace un esfuerzo notable en la formación de niños, adolescentes y jóvenes; un ejemplo de lo que se hace bien es el grupo de teatro infantil La Colmenita, pero también resulta una muestra de lo que algunas veces las instituciones culturales establecidas pueden lograr y no hacen.
-¿Sigue siendo la cultura cubana espada y escudo de la nación?
-Considero que sí. Realmente, si el pueblo cubano tiene que agradecer a la dedicación de sus médicos, tenemos que agradecer también a nuestros científicos, gente de una dedicación tremenda; y a los escritores y artistas que trabajan primero que todo por amor a su pueblo.
Y un pueblo más rico culturalmente y unido como nación, será siempre más fuerte para resistir cualquier forma de dominación de otro. Y siempre habrá otro que quiere dominar, por lo cual cada pueblo necesita de esa fortaleza. Creo que en general, hoy en día, la mayor parte de los creadores cubanos aportan en ese sentido y lo hacen con orgullo.
arb/mml
*Pedro Pablo Rodríguez (La Habana, 1946): Trabajó como periodista para diversos medios de comunicación cubanos. Es miembro de la Academia de la Historia de Cuba, del Tribunal Nacional de Categorías y Grados Científicos, del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y de su Comité Ejecutivo. Entre otros reconocimientos, ostenta la Distinción por la Cultura Nacional (1996) y el Premio Félix Varela, de la Sociedad Económica de Amigos del País, por su obra en las ciencias sociales.