En aquella madrugada terrible todo cambió para mal y sumió a los santiagueros en la consternación y la sorpresa al descubrir, con las primeras luces del día, una verdadera masacre natural, cebada, sobre todo, en los árboles, que en su mayoría cayeron postrados ante la furia de los vientos.
A ese cuadro deprimente se sumaron miles de derrumbes totales y parciales, en un fondo habitacional ya de por sí deteriorado en una villa de casi 500 años entonces, además de otros daños severos en infraestructuras diversas y especialmente en la psiquis colectiva.
Lo que comenzó después, apenas retirado el ciclón, fue una verdadera campaña popular de recuperación, encabezada por las principales autoridades y con los santiagueros volcados de lleno a restañar los daños, en medio de prolongados cortes de electricidad, que rebasaron semanas.
La incomunicación telefónica, la interrupción de los servicios de abasto de agua y otros de mucha importancia para la vida cotidiana, matizaron la vida de la población, que debió sobreponerse a los primeros impactos y salir a poner de nuevo todo en su lugar, con un esfuerzo descomunal.
Fue tal el empuje que al cabo de pocos meses la ciudad ya exhibía una imagen renovada, motivo de admiración y asombro para los propios lugareños y los visitantes nacionales y foráneos, que apenas podían creer los testimonios sobre la destrucción dejada por el fenómeno meteorológico.
Paulatinamente comenzó a restablecerse la masa verde de la zona urbana, en un proceso que requirió un tiempo mayor y favoreció en determinados lugares la sustitución de especies mal ubicadas en esos entornos.
La solidaridad de los habitantes de otras provincias y de otras naciones fue un enorme incentivo y, además de los necesarios recursos materiales, trajo a estas tierras el aliento humanitario en circunstancias tan difíciles.
Desde los últimos días de septiembre los habitantes de territorios occidentales, y principalmente de Pinar del Río, que con cierta frecuencia padecen estos embates naturales, ponen manos a la obra para remontar las secuelas terribles de un huracán que valoran como uno de las más fuertes y destructivos enfrentados allí.
Ian se ensañó con sus gentes amables y nobles, afectó sus plantaciones y la infraestructura tabacalera, que sostienen uno de los renglones exportables fundamentales de la economía cubana, y sembró el desaliento momentáneo entre quienes lo perdieron todo con sus vientos.
Es inevitable pensar en los efectos del cambio climático, que favorecen una mayor aparición y fuerza destructiva de esos eventos y aunque es casi imposible prepararse para ellos es preciso aprender de las experiencias que van dejando.
A raíz de Sandy, los periodistas que reflejaron sus incidencias publicaron el libro La noche más larga, bajo el reconocido liderazgo de Reinaldo Cedeño. Ojalá que tras Ian pueda ver la luz uno en el cual se hable de las luces del amanecer tras la oscuridad de sus ráfagas demoledoras.
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