Por Mario Muñoz Lozano
Jefe de la Redacción Cultural de Prensa Latina
El asunto preocupa al jefe del grupo de investigación de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí (1853-1895), como mismo inquieta a mucha gente en el mundo, sobre todo, dijo, por el tiempo dedicado a esas herramientas por millones de personas que son manipuladas de forma intencional.
En declaraciones exclusivas a Prensa Latina, el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas (2009) señaló que las redes sociales se están convirtiendo en mecanismos de transmisión de ideología, de un punto de vista que incita a que las personas se aparten de todo aquello que pueda ir en contra del sistema dominante.
Hace años lo vienen alertando profesores e investigadores en Estados Unidos, en Europa, donde más fuertes son y donde se originaron en buena medida esas tecnologías y sus usos, apuntó el doctor en Ciencias Históricas, seguro de que hay manos al mando de los hilos de la comunicación a través de esos medios.
“¿Cómo es posible que la gente viva más horas pegados a un celular, viendo cosas útiles, pero también muchas otras que no le aportan nada?”, reflexionó.
“Sin embargo, no comparten una conversación, algo que puede producir tanto aprendizaje, saberes, sentimientos, que puede transmitir vivencias necesarias y facilita la comprensión con el otro. La conversación es parte del espíritu de socialización, algo que requiere el ser humano y casi todas las especies”, expresó.
Para Rodríguez, hay un conflicto por solucionar, “pero no sé cómo”, porque por otro lado esas tecnologías son muy cómodas, permiten la comunicación, ampliar y tener acceso a los conocimientos de una manera rápida, pero al mismo tiempo están plagadas de chismes, noticias falsas, mensajes negativos, algo que no comparto.
“Creo que hay un uso estimulado por organismos, muy bien pensados, muy bien establecidos, contra los cuales es muy difícil combatir porque tienen muchos recursos y cantidad de cerebros de la ciencia y las tecnologías puestos a disposición de ellos.
“Pero ya están, se quedaron, el problema es saber utilizarlas de manera positiva y, en el caso de Cuba, se deben evitar los discursos vacíos, la repetición de frases, ideas y consignas, de manera que se puedan usar como se requiere en estos momentos de una lucha ideológica complicada y enredada, en primer lugar por las propias circunstancias que atraviesa el país”.
-Para diversos comunicadores y sociólogos, las redes sociales se convierten en la vía idónea de la americanización de la cultura a nivel global…
-Eso es cierto y es casi inevitable, porque tienen un enorme capital puesto a disposición de ellas buscando no solo que tal inversión surta efecto en las personas, sino que sean rentables.
Las mentes detrás tienen un sentido de pensamiento congruente con sus intereses: O son para ganar dinero o, en el plano geopolítico, se alinean con las prioridades de las grandes potencias imperiales, en primer lugar Estados Unidos, que intenta mantener el dominio global.
El mundo está en una crisis económica y de valores espantosa, dada porque la geopolítica está cambiando, y en eso están coincidiendo hasta los políticos. Los Estados son parte también y actúan en función de los intereses que primen.
Lamentablemente, esas herramientas son más utilizadas para ampliar el mundo de los negocios, de las ganancias, afín de lo que necesite el capitalismo contemporáneo, que no es solamente expandirse en el plano territorial, sino en el plano del control de las ideas, de la expresión de las personas y de la aceptación del sistema.
-¿Cómo enfrentar tal reto?
-No lo sé. Sé que hay que enfrentarlo y que, desde luego, eso exige muchos recursos, con los cuales sí cuentan las instituciones y la industria cultural de países poderosos como Estados Unidos y los europeos.
No olvidemos que hoy la cultura artística y literaria es una industria. Y los dueños de una disquera tienen que por encima de todo vender para ganar dinero, de lo contrario quiebran. No quiere decir que esté en contra de que el músico, el escritor o el pintor cobren su obra; ellos tienen que ganar para poder vivir.
Pero cuando toman las decisiones las grandes empresas que cada día crecen más y aumentan su poderío, esto genera un gran problema, porque tienen en sus manos el control de los patrones de gustos e intereses culturales de los públicos y de alguna manera tienden a convertir al creador en una pieza de su engranaje.
A veces encuentras formidables músicos haciendo una obra de tercera porque son los requisitos que le impone su disquera, mientras la otra música, la buena, no es promocionada.
Y esa mala música está corriendo, influyendo en adolescentes y jóvenes, porque además cuentan con los mecanismos para repetirla y repetirla por los medios de comunicación (radio, cine, televisión, disqueras, plataformas en internet).
El cine hoy es un mecanismo terrible de penetración de una cultura, en el sentido más amplio y antropológico. Y uno se percata que es difícil ir contra eso cuando ve que los mejores actores son pagados por la industria para hacer lo que sus dueños desean.
Un altísimo porcentaje de lo que hoy se nos presenta como creación artística tiene un valor muy bajo. Lo peor es que quienes la impulsan no les interesa realmente el valor del producto artístico que ofrecen, sino la ganancia.
Para países de escasos recursos como el nuestro, es una pelea difícil. Una posibilidad de afrontarlo con cierto éxito sería actuar de manera conjunta con las naciones más pobres y que más sufren esta invasión cultural, lo cual no es muy fácil, porque no todos los Estados están dispuestos a hacerlo.
En opinión del historiador y ensayista, es necesario ganar esa batalla, ya no solo en el plano de la política y de la ideología, sino también en el de la formación del ser humano, porque son muchos los jóvenes que les dedican demasiado tiempo sin que lean una novela, vayan al teatro o visiten una exposición.
Frente a su influencia, es una prioridad para Cuba formar personas más cultas, más completas y más complejas, inclusive, aseguró Rodríguez.
arb/mml
*Pedro Pablo Rodríguez trabajó como periodista para diversos medios de comunicación cubanos. Es miembro de la Academia de la Historia de Cuba, del Tribunal Nacional de Categorías y Grados Científicos, del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y de su Comité Ejecutivo. Entre otros reconocimientos, posee la Distinción por la Cultura Nacional (1996) y el Premio Félix Varela, de la Sociedad Económica de Amigos del País, por su obra en las Ciencias Sociales.