La combinación de datos sobre las concentraciones de contaminación y los hábitos de alimentación de estos cetáceos mostró que las que se alimentan por filtración podrían ser las especies marinas más vulnerables a la contaminación plástica.
Al igual que otras ballenas que se alimentan por filtración, también conocidas como ballenas barbadas, las azules usan placas con barbas erizadas para tamizar, cribar o atrapar krill (crustáceo parecido al camarón), plancton y peces pequeños de las aguas oceánicas.
El equipo de investigadores del centro universitario, dirigido por Matthew Savoca, descubrió que las concentraciones más altas de microplásticos se encuentran a profundidades de 50 a 250 metros, que es también donde las ballenas que se alimentan por filtración comen, principalmente debido a la alta disponibilidad de krill.
Calculó que las ballenas azules, que tienen una dieta particularmente rica en krill, podrían ingerir hasta 10 millones de partículas de plástico al día, mientras que las jorobadas podrían consumir hasta cuatro millones.
«Estas cifras son enormes, la mayor ingesta diaria estimada de cualquier especie estudiada hasta ahora», destacó Savoca.
«Por supuesto, los animales en sí mismos también son enormes, por lo que también debemos considerar su enorme tamaño para comenzar a descifrar los efectos potenciales de esta gran cantidad de plástico ingerido dentro de un cuerpo enorme», añadió.
Savoca reconoció que se conoce poco sobre cómo esa acumulación de plástico afecta la salud de los cetáceos, lo cual será tema para futuras investigaciones, precisó.
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