El pueblo de la capital de Cuba, una de las urbes más añejas de América, mantiene viva la tradición de dar la vuelta tres veces a aquel simbólico árbol, en un templo greco-romano conocido como Templete, unas horas antes del 16 de noviembre y pedir al pie de su tronco bienaventuranzas y fortuna para la ciudad y sus habitantes.
La ceremonia acontece en el lugar desde donde creció la villa, según las pruebas del entonces gobernador de la isla, Francisco Cagigal, quien mandó a eregir una tarja para perpetuar el hecho que más tarde perpetuó Francisco Dionisio Vives con la construcción del edificio que forma parte de esa tradición fundacional.
Este inmueble, al igual que otros tantos del Casco Histórico hablan de la historia y cultura de una urbe imperiosa, de una belleza particular que se impone al paso del tiempo con el programa de la Oficina del Historiador de la Ciudad, ideado e impulsado por Eusebio Leal Spengler.
Gracias a su labor de restauración y conservación, la zona más antigua de la capital de Cuba obtuvo la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en 1982, y ganó además el título de Ciudad Maravilla del Mundo Moderno en 2016.
Aquí estamos contigo, Eusebio, junto a la obra inmarcesible que durante más de medio siglo tú has realizado para ennoblecer la ciudad y con ella a Cuba, expresó el profesor titular del Colegio universitario San Gerónimo, Félix Julio Alfonso, al recordar al ser inseparable del magnífico ritual, en su 500 aniversario.
Aquí seguimos sería la versión de esas palabras tres años después. La Habana crece, vive, canta, baila, sueña, trabaja en las viviendas, escuelas y centros de salud y recreo construidos en beneficio de sus habitantes, celebra un cumpleaños 503 apegada a la tradición y abrazada a expandir su labor sociocultural.
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