Integrantes de la misión estatal, diplomáticos, grupos solidarios, organizaciones políticas, residentes aquí del país caribeño, estudiantes y docentes de la Universidad de Panamá, entre otros asistentes, subrayaron esa obra imperecedera luego de disfrutar de la proyección del audiovisual Tarará, del realizador argentino Ernesto Fontán.
Una ovación de agradecimiento a quien sembró el espíritu de resistencia y ayuda a los más necesitados devino cierre a la sensible historia sobre los más de 26 mil niños de Ucrania, Rusia, Belarús y Moldavia que entre 1990 y 2011 fueron atendidos por un programa médico que contribuyó a su recuperación, tras ser afectados por el accidente en la planta nuclear de Chernóbil.
Al término de la proyección del documental sobre aquella gesta que integró a médicos, enfermeras y traductores cubanos con los niños enfermos y sus familiares, la joven abogada Lilian Ruiz, de la Coordinadora Nacional de Solidaridad con Cuba en Panamá, opinó que aprecia más la continuidad de esos principios en todos estos años con otro tipo de colaboración.
Al respecto, recordó la labor en Panamá y en otras naciones para combatir la Covid-19 en momentos muy duros de miembros del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”.
El documental nos permite profundizar en el concepto humanista de la Revolución cubana, sobre todo dando vida, remarcó.
En la velada, encabezada por la embajadora cubana en el istmo, Lydia Margarita González, otros asistentes como el presidente del partido en formación Frente Amplio por la Democracia, el doctor Fernando Cebamanos, visiblemente emocionado, distinguieron la grandeza de Fidel al brindar asistencia incondicional a los más necesitados en medio de circunstancias difíciles para su pueblo debido al bloqueo de Estados Unidos.
Según explicó Fontán a Prensa Latina en Madrid, España, lo que aconteció en Tarará y que narran niños ucranianos entonces y hoy adultos como Vladimir Rudenko y Alexandr Savchenko, que sufrieron la radiación tras el accidente en Chernóbil, en abril de 1986, fue una epopeya de Fidel Castro y de su pueblo.
El realizador encomió la forma en que los médicos cubanos cuidaron y curaron a esos niños, que calificó de heroica, porque en el período especial (crisis económica), en un momento tan difícil, donde faltaba todo, “Cuba brindó lo que tenía, los médicos, la salud”.
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