Después de dos años de pandemia, el evento se realiza por primera ocasión de manera presencial y el escenario es oportuno para manifestar el apoyo a la Revolución Cubana y el contundente rechazo a las políticas agresivas de Estados Unidos.
Con una población actual de 220 mil habitantes, la urbe exhibe una larga historia de 478 años desde su fundación en 1544, cuando fue la segunda edificada por los conquistadores españoles, después de Santiago de Chile.
Destruida por alzamientos, sismos e invasiones de piratas y corsarios, entre ellos el tristemente célebre Francis Drake, La Serena se levantó una y otra vez de sus cenizas y hoy luce los atributos de una ciudad moderna y funcional, recostada entre el océano Pacífico y las montañas.
Sus moradores mantienen con orgullo su historia y tradiciones, como se revela en la conservación de su centro histórico y la convivencia de edificaciones donde el visitante puede apreciar los estilos arquitectónicos colonial y neocolonial, muchos convertidos en monumentos nacionales.
Además, es muy difícil caminar por sus calles sin encontrar a cada rato la huella de Gabriela Mistral, esa maestra rural que alcanzó la gloria del Premio Nobel de Literatura sin perder jamás la sencillez y el encanto del norte chico chileno.
Nacida en Vicuña como Lucila de María Godoy Alcayaga, llegó a La Serena en 1903 siendo prácticamente una niña para trabajar como maestra en la aldea Compañía Baja, un suburbio de la ciudad.
Años después recordará: “Me hice escuelera porque no existía otro trabajo digno y limpio al cual acudiese una joven de quince años en esos umbrales del siglo XX. Me faltó riego de alegría en torno, porque me di a trabajar como el castor que muy solo y muy serio alza su dique y redondea su madriguera sumergida”.
Sus primeros años allí dejaron en ella profundas huellas, con dolorosas sombras y brillantes luces.
Entre las primeras está el rechazo inexplicable al principio para ingresar a la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena y obtener el título de profesora.
Sólo después se supo que la ingrata medida la promovió el capellán y profesor del instituto, Manuel Munizaga, debido al supuesto ateísmo y las ideas liberales que la joven manifestaba en sus artículos y poemas, publicados ya entonces por la prensa local.
Con más visión y notable sentido común, el periodista serenense Bernardo Ossandón abrió a la joven las puertas de su bien nutrida biblioteca y puso en sus manos invaluables joyas que le permitieron conocer un mundo hasta entonces no imaginado.
El sabio Ossandón quizás nunca supo que había transformado a la maestra rural en una literata que pocos años después deslumbrará y derramará su luz sobre toda La Serena y el país entero.
Conocido es el cariño de Gabriela Mistral por Cuba y su admiración hacia José Martí, a quien no llegó a conocer en persona, que la llevaron a visitar cuatro veces el archipiélago caribeño.
De ese sentimiento dejó testimonio cuando dijo “a José Martí lo venero, le tengo una admiración penetrada de ternura, y cuando lo nombro es algo más que cuatro sílabas lo que digo (…), rosa de fuego esta isla de Cuba, porque es hermosa como una terrible hermosura de brasa desnuda”.
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