Se trata de una técnica arraigada en Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca, ubicadas en la central comuna de Chillán, que data desde la época precolombina y se transmite de generación en generación.
Las piezas de carácter ornamental y utilitario, elaboradas por las alfareras, recrean los elementos más significativos de la ruralidad e imaginario campesino.
La posibilidad de transmisión de esta técnica ha disminuido con el desplazamiento de los jóvenes a las zonas urbanas y por las dificultades para obtener las materias primas, debido a la pérdida de la biodiversidad y la degradación de los suelos.
Su inclusión en la lista de patrimonio de la Unesco implicará desarrollar acciones concretas y multisectoriales para reforzar su salvaguardia y transmisión.
ro/car