Gracias a la relativa cultura sismológica adquirida por la población, en buena medida por el esfuerzo de los especialistas del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (Cenais), es conocida la constante agitación de esas entrañas aunque ocurra mayormente de forma imperceptible.
A partir de las 04:51, hora local, hasta las 05:51, fueron tres los temblores que sacaron a muchos de sus camas y los mantuvieron en vilo porque en estos casos nadie puede sospechar lo que sucederá, habida cuenta de la imposibilidad de predecir estos fenómenos.
A los pocos minutos antes de las 11 de la mañana, otro terremoto, el cuarto y de magnitud 3.2, se hizo sentir en esta geografía, la más sismogénica de Cuba en un raro privilegio del que sería preferible prescindir.
En la memoria colectiva y en los archivos de muchos periodistas se acumulan datos y situaciones, entre los cuales la anomalía registrada en los primeros días del 2016 resulta antológica, con 12 movimientos perceptibles el 17 de enero.
Por ello, es inevitable que en las conversaciones de este miércoles afloren el recuerdo de lo sucedido cuando un temblor de 4,8 estremeció la noche a la 01:37, hora local, seguido casi sin tregua por otros hasta el día 26 de ese mes para sumar unos 38 que marcaron un irregular comportamiento sísmico.
De entonces acá, ha seguido el incesante movimiento en las fallas geológicas y con ello los sustos y alarmas cuando las personas han sentido esos vaivenes inexplicables bajo sus cuerpos.
Desde su “cuartel general” en el reparto de Vista Alegre, los sismólogos con sus equipos y su sabiduría, mantienen el monitoreo que permita detectar con la mayor precisión posible esas señales de los insondables misterios de la madre tierra.
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