El bloque, nombrado Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, nació el 14 de diciembre de 2004, bajo el influjo de los líderes Fidel Castro y Hugo Chávez y frente a la hegemonía e injerencia de Washington en el área.
En declaraciones exclusivas a Prensa Latina, el comunicador ecuatoriano Orlando Pérez, exdirector de El Telégrafo, primer diario público de su tierra natal, consideró entre los retos actuales del grupo la consolidación de proyectos comunes para el abordaje de las problemáticas de la zona.
De igual manera, valoró la pertinencia de incrementar el protagonismo del ALBA-TCP en la arena geopolítica internacional; su necesaria articulación como un espacio más activo, dinámico y potente y una postura más fuerte en reclamo a la soberanía de los pueblos.
Pérez advirtió sobre la urgente emergencia de acciones más concretas, pues, si bien el mecanismo “ha hecho bastante, aún es insuficiente frente a la arremetida global, derechista y fascista”, y manifestó que la presencia de Luiz Inácio Lula da Silva en la presidencia de Brasil podrá fortalecer la integración.
“La pandemia Covid-19 demostró que esa unidad debe ser más fuerte en temas muy significativos como la asistencia sanitaria, educación, seguridad, cuidado del medio ambiente y el combate a los efectos del cambio climático”, aseguró el periodista.
El investigador, quien fuera secretario de comunicación de la Asamblea Constituyente en 2007 y 2008, expresó además la viabilidad de planes de cooperación científica y académica para, por ejemplo, la elaboración de inmunógenos, como hizo Cuba durante la crisis epidemiológica mundial.
CONCERTACIÓN REGIONAL
Para el analista político nicaragüense Léster Pilarte las cumbres promovidas por el grupo contribuyen a la adopción de acuerdos políticos, económicos y sociales; no obstante, el ALBA-TCP requiere una influencia superior en los demás estados del área.
El experto resaltó a Prensa Latina el surgimiento de una identidad propia frente a la cultura impuesta por las grandes corporaciones estadounidenses, con marcado control en Latinoamérica, y la constante presión externa encaminada a la fragmentación del grupo.
Por su parte, el especialista nicaragüense Bolívar Téllez reconoció a Prensa Latina cómo la Casa Blanca ha diseñado y financiado acciones para neutralizar cualquier movimiento o estrategia promovida por Cuba, Nicaragua o Venezuela, destinada a la reactivación del ALBA-TCP.
También, el abogado nicaragüense Oscar Borge, máster en Democracia y Gobierno y en Tecnología de la Comunicación aseveró que el mecanismo llegó a su XXII cumbre, celebrada en el Palacio de la Revolución de La Habana, “con experiencia y mucho camino recorrido”.
Los territorios que lo conforman “pasaron por diferentes procesos de resistencia, intentos de golpes de Estado, desestabilización provocada por agentes externos e internos y el impacto económico y la crisis epidemiológica generada por la pandemia de la Covid-19”.
Advirtió que un punto coincidente entre el escenario fundacional y la actualidad resulta la llegada al poder de diferentes fuerzas de izquierda y significó que es un “momento de oportunidades, cohesión y de ampliación de sus miembros e influencia”.
“La experiencia del ALBA-TCP dibuja la ruta de una integración regional en Latinoamérica y de este encuentro, seguramente, salió fortalecida y con líneas políticas asociadas a la unidad del área, más allá del incremento de las relaciones comerciales”, apuntó.
A su juicio, constituye el último bastión de resistencia de los pueblos latinoamericanos, con un modelo auténtico de solidaridad y cooperación, desde el respeto e igualdad, una visión constructiva y la defensa al principio de la autodeterminación.
“La gran diferencia con otros bloques regionales es ética, con excepción quizás del SICA, pues tienen un único elemento comercial, muy diferente al ALBA que incluye componentes políticos, ergo ideológicos, que buscan relaciones de cooperación, no mercados libres de controles aduaneros”, puntualizó.
ymr/dgh