En sus casi 19 minutos de intervención televisada, todo un récord para discursos de su tipo, el jefe de Estado intentó transmitir anoche confianza y ambiente de unidad a los franceses de cara a un escenario nacional e internacional turbulento, pero no funcionó, al menos no para una oposición que fustigó al mandatario.
Inflación, crisis energética con aumento del costo del gas y de la electricidad incluido, polémicas reformas y el conflicto en Ucrania conforman un panorama tenso, en el que las diversas fuerzas políticas creen tener en sus propuestas la solución.
“Ejercicio de autosatisfacción” y “desconectado” fueron calificativos otorgados a Macron desde la oposición tras su mensaje, en el cual instó ante todo a vivir el 2023 en un país lo más unido y solidario posible.
El líder de La Francia Insumisa y excandidato presidencial, Jean-Luc Mélenchon, optó por la ironía en Twitter, citando un enero encendido, tal vez una premonición del movimiento social que desencadenaría la reforma al sistema de la jubilación promovido por el Gobierno, con su muy polémica extensión de la edad de retiro de 62 a 65 años.
La intervención del gobernante ratificó la intención de impulsarla, bajo el argumento de que “traerá equilibrio para los años y las décadas futuros”, una reforma que debe anunciarse el 10 de enero y ante la cual sindicatos y partidos de izquierda ya adelantaron movilizaciones de rechazo.
No dejaremos pasar una reforma de jubilación que nos obligará a trabajar por más tiempo, aseguró por su parte el secretario nacional de los comunistas, Fabien Roussel.
De acuerdo con el diputado, las políticas del presidente dividen y afectan a los franceses.
Las reacciones de Mélenchon y Roussel fueron breves, todo lo contrario del discurso de la líder de la extrema derecha, derrotada por Macron en el balotaje, Marine Le Pen, quien citó el desempleo, la miseria, la inflación, la violencia endémica, la deuda pública y la crisis energética para criticar la gestión del Ejecutivo.
A su juicio, Francia necesita una movilización urgente de “patriotas”, y consideró prueba del alegado despertar las elecciones legislativas de junio, en las que el oficialismo perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y la ultraderechista Agrupación Nacional logró 89 escaños.
Ni siquiera resultó buena la acogida entre los conservadores, a quienes Macron hizo un guiño en su mensaje de fin de año, sector del tablero político galo más proclive a trabajar con el Gobierno.
Para el presidente de la bancada de Los Republicanos (LR) en el Senado, Bruno Retailleau, el jefe de Estado está desconectado de las preocupaciones de los franceses y de las soluciones a los problemas.
Aun más allá fue el recién electo presidente de LR, Éric Ciotti, quien calificó las palabras de Macron de desmentidas por la impotencia, la inacción y la falta de coraje.
El nuevo años apenas comienza, y la polarización ya está planteada, tal vez con un enero que dejará importantes enfrentamientos oficialismo-oposición.
“Si cedemos al espíritu de división que nos presiona desde todas partes, no tendremos casi ninguna posibilidad de salida en un mundo tan rudo, en tiempos tan duros”, esgrimió el mandatario, pero su mensaje bien diseñado y hasta con ribetes dramáticos no parece suficiente para evitar las batallas domésticas que se avecinan.
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