Por Amelia Duarte de la Rosa
Redacción Norteamérica
Su población actual, que solo representa dos por ciento del total en la nación norteña, según un censo reciente, comenzó a disminuir con la entrada de los primeros colonos al territorio y las ansias expansionistas de estos.
Son muchos los especialistas que denuncian los desplazamientos forzosos, asesinatos y abusos de los mandatos estadounidenses y europeos contra los nativos americanos, también conocidos como sioux, dakotas, nakotas y lakotas.
El profesor de estudios étnicos de la Universidad de Colorado, Ward Churchill, opina que la reducción de la población nativa americana desde alrededor de 12 millones en el año 1500 a unos 237 mil en 1900 representa un “vasto genocidio, el más sostenido de la historia”.
No obstante, existen discrepancias en la cantidad de nativos americanos vivos cuando entraron en contacto con los europeos por primera vez, pero las cifras más conservadoras apuntan a una drástica disminución.
Mientras que David E. Stannard, historiador de la Universidad de Hawai, señala que para finales del siglo XIX los nativos americanos padecieron “el peor holocausto humano que el mundo haya presenciado, una campaña que duró cuatro siglos y que consumió las vidas de decenas de millones de personas”.
La masacre de Wounded Knee
Wounded Knee es uno de los episodios más oscuros de la historia de Estados Unidos, y uno de los sucesos que forman parte del pecado original de la formación del país, según estiman varios analistas.
Los acontecimientos sucedieron en diciembre de 1890, en medio de las conquistas de las grandes llanuras, zonas llamadas “reservas” donde vivía la gran tribu de los Sioux, en cumplimiento con el Tratado de Fort Laramie de 1868. Cerca del arroyo Wounded Knee, en Dakota del Sur, la caballería estadounidense arremetió contra pobladores desarmados y masacraron a 300 integrantes de la tribu después de haber asesinado –un mes antes- a su líder, el legendario Toro Sentado.
Según reseña el autor estadounidense Randy Parsons, el detonante de la agresión parece haber sido un mal entendido: soldados del Séptimo de Caballería, bajo las órdenes de James W. Forsyth, quisieron arrebatarle el rifle a un miembro de la tribu que era sordo, y el arma se disparó accidentalmente.
El disparo no hirió a nadie, pero el pelotón abrió fuego contra la tribu, que estaba entregando sus armas de manera voluntaria.
Decenas de hombres murieron en apenas unos minutos y, cuando trataban de huir para esconderse, los soldados persiguieron y asesinaron a dos centenares de mujeres y niños.
Los historiadores certificaron que de 250 a 300 indios Lakota fallecieron y también 25 soldados estadounidenses, muchos de ellos por fuego amigo.
La veintena de miembros caídos del regimiento fue galardonada con la prestigiosa Medalla de Honor, pero en el año 2001, el Congreso Nacional de Indios Americanos aprobó dos resoluciones para condenar la entrega de estas medallas y pidió al gobierno estadounidense que las rescindiera.
El lugar de la masacre está declarado Hito Histórico Nacional.
Idioma en extinción, vidas perdidas
Los problemas actuales que tienen los nativos van mucho más allá de la disminución de su gente: tras siglos de colonización, las nuevas generaciones muestran la angustia de ver sus idiomas desaparecer fagocitados a una velocidad extraordinaria por el inglés y el español.
En el oeste del país, los lakota, temen que con el tiempo se pierda su idioma, la lengua Siouan. El lenguaje refleja su alabanza por los espíritus antiguos y el mundo natural y los sentimientos acerca de sus luchas.
De los cinco mil que lo hablaban hace 20 años, ahora solo lo conservan mil 500, según refirieron los lingüistas Wilhem Meya y Travis Condon.
“Para los lakota y la mayoría de las comunidades (indígenas) en Estados Unidos, la transmisión de la lengua se detuvo a mediados de los años 1980”, explica Meya, presidente de The Language Conservancy (TLC), una organización radicada en Indiana que lucha por preservar miles de idiomas en el mundo.
“Cuando una lengua no se habla empieza a desaparecer”, señala este experto que lucha para evitar el “desmoronamiento completo de los idiomas autóctonos en América del Norte”.
Para frenar esa pérdida, hay que “enseñar las lenguas indígenas en las escuelas”, agrega.
También aboga por “escribir diccionarios, apoyar la formación de los profesores, desarrollar material pedagógico, traducir dibujos animados y películas documentales, todo lo que puede llegar a los jóvenes sedientos de aprender el idioma de sus ancestros”.
Junto con esa extinción progresiva del idioma, la comunidad de nativos enfrenta un problema mayor que es el oleaje significativo de suicidios adolescentes.
En la reserva de Dakota del Sur, en la que viven unos 28 mil amerindios lakotas y dakotas, aumentó el número de suicidios de jóvenes nativos, obligados a adaptarse a la sociedad globalizada y capitalista.
Gran parte de esas circunstancias terribles se debe a que la población afronta una larga historia de abusos, alcohol, drogas y pobreza que llenan de depresión a sus habitantes.
Sin embargo, esto es considerado una consecuencia del genocidio de los pueblos originarios que data desde 1492, con el llamado “Descubrimiento de América”.
Las depresiones son producto de traumas históricos acumulativos, de acuerdo con la doctora María Yelow Horse, quien afirma que los nativos estadounidenses han vivido heridas emocionales y físicas durante generaciones.
A los pueblos originarios de Estados Unidos los recluyeron a la fuerza en reservas e internados, y todo ello derivó trauma grupal masivo, a causa de la política genocida y colonialista del gobierno de los Estados Unidos y los europeos, apunta Yelow.
Por otra parte, para la jueza principal de la tribu spirit lake, Ruth Hopkins, quien a su vez es jueza de las tribus sioux yankton y santee del poblado de Crow Creek (Dakota del Sur), el suicidio de las comunidades nativas sigue ocurriendo en la actualidad, porque permanecen los abusos sexuales y la exclusión del gobierno norteamericano social hacia las tribus.
En efecto, el Departamento estadounidense de Justicia informó que una de cada tres mujeres indígenas manifiesta haber sido violada durante su vida, en su mayoría por hombres no indígenas, sin ser sancionados judicialmente.
Otros aspectos recurrentes que influyen en el alto índice de suicidios son el traslado de las tribus a reservas, la desposesión de sus tierras, las dificultades económicas con las que siguen lidiando hoy en día.
Durante años, la transculturización forzosa intenta acabar con el espíritu guerrero de estas poblaciones. Progresivamente, lo que estaba pensado para ser un modelo de semilibertad, y de convivencia pacífica entre nativos y europeos, se convirtió en mayor represión.
Las autoridades fomentaban la agricultura y la ganadería en formas que los pobladores originales jamás habían practicado.
Asimismo, los forzaban a abandonar su modo de vida y sus costumbres, a que adoptasen el inglés y el cristianismo. La religión de los sioux contiene, chamanismo, manoteísmo y animismo. Por tanto, la naturaleza es sagrada para ellos.
En suma, los obligaron a que fuesen perdiendo su identidad como pueblo.
Eileen Janis, de la tribu sioux oglala, reflejó la situación al decir: “Nuestra espiritualidad no es una religión donde se reza un ‘Padre Nuestro’, es una manera de vivir. Nos enseñaron que nuestros hijos nacen con una naturaleza pecaminosa. Eso no está bien. Nuestros hijos son seres sagrados».
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