Instalada en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 23 de abril, la muestra homenaje ilustra su talento y virtuosismo en el universo de los lienzos y pinceles, que lo posicionaron en un lugar privilegiado de las artes plásticas de la isla.
Durante la apertura de la exhibición, el director del centro cultural, Jorge Fernández, evocó momentos de su amistad con Rancaño, quien provocó en él una gran admiración por su sencillez, humildad, pasión por el arte y resiliencia ante la enfermedad que le robó la vida.
Asimismo, recordó cómo tener hijos le cambió la visión de la vida y las ganas de poner su obra en las galerías del Bellas Artes, un anhelo hecho realidad esta tarde, con la presencia de sus familiares y amigos.
En tanto, el ensayista, investigador e historiador Félix Julio Alfonso hizo alusión a una frase del griego antiguo: «los elegidos de los dioses mueren jóvenes», una sentencia que reafirmó el poder creativo de Rancaño y todo lo que «pudo haber alcanzado».
De igual forma, se refirió a su apego a la simbología y atributos de la isla caribeña, así como a la representación en su obra de figuras emblemáticas de Cuba, entre ellas el Apóstol José Martí.
El proyecto está conformado por préstamos recibidos de colecciones privadas e institucionales, que atesoran «el amplio acervo que legó Rancaño a su familia», así como obras que pertenecen al museo, informó la institución.
La selección exhibe una mirada atrás sobre la trayectoria de este autor y sin dudas, invita a ese estudio necesario y crítico, sobre el lugar de Ernesto Rancaño en el arte cubano actual; hoy, cuando ya su ciclo creador se ha congelado en la poesía definitiva y trascendente, señala la invitación a la muestra.
Como estatuas de sal enaltece la carrera del creador, «artífice de depurada sensibilidad, reconocido por la maestría de su pincel y de sus trazos, creador de un imaginario de símbolos que identifican una producción amplísima y prolífica», apunta el texto.
Rancaño sobresalió por su capacidad de insertarse en «las tendencias postmodernas, combinando disímiles lenguajes que van desde la cita de técnicas de tradición pictórica, al objeto y la video instalación, sin abandonar nunca ese hálito surreal y onírico de su obra.
Más de una treintena de piezas conforman la exposición que recorre cerca de tres décadas de labor, hasta «la última pintura en el caballete de su estudio, en la que trabajaba el artista en el momento de su deceso», apunta el Museo desde la red social Facebook.
Con esta propuesta, la institución aproxima al trabajo del artista que «escudriña al individuo universal, cuerpo físico y ser político, que solo logra definirse en relación con su realidad inmediata y con su época», marcado por una nostalgia de futuro que se percibe en el infinito de sus horizontes.
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