En ese sitio conocido como Mangos de Baraguá, donde el 15 de marzo de 1878 el Titán de Bronce y sus hombres del ejército insurrecto dejaron claro ante el militar español Arsenio Martínez Campos que no depondrían las armas, las acciones constructivas refuerzan el esplendor de una leyenda.
Las labores de mejoramiento se extienden a los barrios circundantes y benefician centros de impacto social en territorios limítrofes de los municipios santiagueros Santiago de Cuba y Julio Antonio Mella.
La muestra de coraje y rebeldía que tuvo lugar en este paraje oriental fue valorado por José Martí como “de lo más glorioso de nuestra historia” y selló para siempre con la hidalguía de los combatientes cubanos la voluntad de revocar lo pactado en El Zanjón apenas un mes antes.
Ellos no se conformaron con aquella caricatura del fin de las hostilidades, sin independencia verdadera ni abolición de la esclavitud.
Esa línea coherente en la historia de las gestas cubanas por la independencia, desde el 10 de octubre de 1868, quedó plasmada nuevamente el 19 de febrero del 2000, con el Juramento proclamado desde el sagrado sitio y en medio de complejas circunstancias por la hostilidad de Estados Unidos.
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