Cuando parecía imposible disfrutar de las épicas victorias a que los peloteros antillanos acostumbraron antaño a sus seguidores, un viraje en la fase clasificatoria inyectó esperanzas a los atletas y a su afición de que podían soñar con la copa, pero lejos del fin, se convirtió en la arrancada la imposibilidad de avanzar hacia ese resultado.
En la reflexión necesaria, cuando las emociones den paso al análisis objetivo, corresponde a los expertos conformar planes que permitan volver a los podios internacionales como en la etapa gloriosa, mientras resulta imprescindible preguntar qué hicieron bien en el pasado y retomar el camino tomando en cuenta los escenarios actuales de la disciplina.
Voltear la mirada hacia la liga nacional muestra que la disminución de las victorias fuera de fronteras coincidió con una pérdida palpable de la calidad de los enfrentamientos y resultados de los atletas.
Por eso, la transformación comenzó adentro, cuando las series volvieron a estremecer los estadios de la isla y retomar la pelota (así llaman en Cuba al béisbol) como la pasión, con gradas llenas de aficionados y deportistas que salen al terreno a entregarlo todo.
En algún momento algunos responsabilizaron la baja por el robo de talentos mediante deserciones, migración irregular o legal, y esos mismos análisis elogiaron el impacto de los cubanos en equipos estadounidenses de Grandes Ligas.
No es un tema menor el anterior, incluso tal vez impulsó a la decisión de que los peloteros del patio también fueran contratados por equipos foráneos, sin que perdieran su condición de integrar el equipo Cuba para competencias internacionales; pero la afición debate si esa es la única causa o concurren otros problemas.
Algunos conjuntos, como el capitalino Industriales, sufrió un fuerte “desangre” junto a importantes figuras de otros seleccionados, pero también ello permitió que nuevos valores asumieran papeles protagónicos y se desarrollaran de forma masiva como relevo de quienes marcharon o se retiraron del juego activo.
El deporte en Cuba requiere de financiamiento público, tomando en cuenta que no se explota comercialmente como sucede en los demás países, por lo que la crisis iniciada en la década del 90 dio al traste con muchos esfuerzos necesariamente respaldados por recursos: eso es un elemento nada despreciable en cualquier análisis.
Las estadísticas contables no miden cuánto aporta económicamente el disfrute de buenos espectáculos competitivos y sus resultados traducidos en medallas, porque contribuye al ánimo y la satisfacción de una sociedad fanática al deporte, como la cubana, lo cual se revierte en productividad del trabajo y en la predisposición positiva en la solución de problemas cotidianos.
Cuánto ayudan tales victorias al ánimo de una población sometida a una fuerte crisis y cómo la actitud en el terreno de sus ídolos imprime esperanza en quienes los toman como paradigmas hasta para su vida personal, principalmente cuando esos peloteros se crecen en el terreno hostil y dan la batalla sin ceder.
Por eso las palabras del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en el recibimiento de quienes se conocen como el #Team Asere, de que lejos de terminar el sueño de lo posible al no avanzar a las finales del V Clásico, “el sueño comienza ahora”, porque si regresaron a los cuatro mejores del mundo a puro coraje, cuánto más se puede hacer en el futuro.
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