Precisamente fue el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, quien durante su intervención en el cónclave habló del tema al expresar el empeño de su país de consolidar un mundo más justo, solidario y sostenible, que avance hacia el desarrollo y la prosperidad de nuestros pueblos.
El mandatario recordó como el escritor cubano Alejo Carpentier, desde estos territorios de América se inspiró en la idea de lo real maravilloso, por ello “siempre que estamos juntos, nos crece la certeza de que sí podemos”.
Con esos aires, el evento transcurrió en medio de convocatorias a la cooperación, llamados de cambios en el actual orden internacional, el rechazo a la inclusión de Cuba en la lista de países supuestamente copatrocinadores del terrorismo y la demanda contra el bloqueo estadounidense y las medidas coercitivas unilaterales.
El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, dijo a la prensa de su país que el cónclave a pesar de durar pocas horas fue muy positivo.
Rodríguez resaltó, entre otras cosas, la aprobación en el evento de una Carta Ambiental a partir de la cual Iberoamérica se proyecta en relación con el cambio climático, que entraña una amenaza existencial, así como una digital la cual debe contribuir a reducir la brecha digital entre los países desarrollados y los en desarrollo. Sin dudas la Declaración de Santo Domingo aprobada en la Cumbre, plasmó un sin número de aspectos de vital importancia sobre los cuales, Ecuador, elegida Secretaria Pro Tempore de la Conferencia Iberoamérica debe trabajar con el resto de los países integrantes de esta comunidad.
Entre los 49 puntos recogidos en el mencionado documento destacan la necesidad de superar las brechas profundizadas por la pandemia, las cuales requieren de la implementación de acciones de mitigación y adaptación para combatir los efectos del cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación.
Asimismo, como se mencionó, el rechazo a la aplicación de medidas coercitivas unilaterales violatorias del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas, que obstaculizan la capacidad de los Estados para hacer frente a sus necesidades y prioridades en materia de desarrollo.
Además, la necesidad de contar en la región con un sistema financiero internacional más justo, democrático, inclusivo y solidario, que amplíe y fortalezca el nivel de participación de los países en desarrollo en la toma de decisiones, y les permita acceder, en condiciones favorables y transparentes, a los recursos financieros.
Finalmente, el documento reiteró la preocupación por el progresivo deterioro de la situación de seguridad pública y humanitaria en Haití y se solidarizó con el pueblo haitiano frente a esta estremecedora realidad.
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