FotosPL: Raúl García Alvarez
Considerado una de las tres joyas arquitectónicas de Sancti Spíritus, junto a la Iglesia Parroquial Mayor y el Teatro Principal, está rodeado de leyendas, historias de güijes y el orgullo de saberse único de su tipo en el país.
Cuentan que desde 1660 los espirituanos soñaban con la construcción de dicho viaducto, pero es en 1771 cuando nace un proyecto para su ejecución y el gobierno municipal comienza a recaudar fondos, mientras que en 1817 es puesta la primera piedra.
Esta monumental obra, caracterizada por sus cinco arcos, contó con el aporte popular y estuvo dirigida por los maestros albañiles Domingo Valverde y Blas Cabrera, ambos de origen andaluz, quienes usaron ladrillo, cal y arena, y en ella trabajaron presos y algunos esclavos.
Concluyó su construcción en 1831 y de acuerdo con expertos se integra de forma perfecta a un bello paisaje urbano que identifica a la ciudad del Yayabo, denominada así por el río de igual nombre que la atraviesa y corre por debajo del puente.
Es este un lugar donde la leyenda tejió la figura del güije –un personaje del folclor cubano-, de ojos saltones, pequeño y de piel negra, que hace trastadas a quienes transitan a deshora por allí.
Según Manuel Martínez-Moles, destacada figura política, de la historia y las letras del siglo XIX, el güije presagiaba enfermedades y otras calamidades y salía junto al diablo los jueves y viernes santos en un paseo que acababa en la Iglesia Parroquial Mayor.
Tiene el puente una altura superior a los nueve metros y un largo aproximado de 85. Su estructura es sólida y conserva el encanto de antaño en el centro histórico urbano (CHU) donde se asentó la villa en 1522, ocho años después de ser fundada en Pueblo Viejo, en 1514.
Es el único exponente de su tipo que se conserva en el país y los espirituanos ven en él a uno de sus más valiosos bienes tangibles o materiales, marcado por un halo mágico y encantador.
Enclavado en el CHU de Sancti Spíritus, declarado en 1978 Monumento Nacional, ostenta igual condición que este y también la Iglesia Parroquial Mayor, situada a pocos pasos de él.
En uno de sus libros María Antonieta Jiménez, Historiadora de la Ciudad, indica que la tradición oral le atribuye la calidad del mortero tradicional a estar mezclado con leche de burra y apunta que consta en documentos que estuvo empedrado y pintado de blanco y verde.
Asimismo, los mitos hablan del uso de la leche de vaca o de chiva para agregar poder aglutinante a la mezcla.
Lo cierto es que surgió por la necesidad de facilitar el cruce del río Yayabo, que por entonces tenía barrancas difíciles de escalar y era imposible atravesarlo en época lluviosa.
La cuarta de las siete primeras villas fundadas por los españoles en Cuba festeja cada 4 de junio, en tanto una leyenda vincula el traslado de la villa hacia las márgenes del río Yayabo, con una plaga de hormigas, lo que algunos investigadores consideran anecdótico.
mem/mpg