Una velada memorable en el Centro de Arte Moderno de Madrid, con Garzón Céspedes de indiscutible protagonista, artífice y fundador de la Narración Oral Escénica (NOE), la complicidad de otros autores y con una guinda muy especial, Liuba María Hevia y su voz aterciopelada.
El pretexto, “sacado del horno hace muy poco” es la última entrega del también poeta y dramaturgo, “El cuento es una conspiración”, según su editora Mayda Bustamante. Pero más allá, esta suerte de homenaje hizo brillar con luz propia al gran nombre del encuentro, director de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de la NOE.
Garzón Céspedes, apoyado en su bastón y confesando sus limitaciones como consecuencia de un accidente neurológico, anunció que donará un libro a la Biblioteca Nacional de Cuba y otro a la de Camagüey, su ciudad natal.
Distanciado de la prestancia que supone tener dos doctorados, su verbo filoso, simpático y cercano, cautivó al auditorio, ensimismado al escuchar su irrepetible arte de contar y de reconocerse un personaje “siempre desaforado”, intenso, capaz de dedicarle a gente común algún momento de alegría.
Palabras de tributo a la desaparecida trovadora cubana Teresita Fernández, con quien compartió peñas en La Habana, a Liuba María Hevia y a su escudero durante casi tres décadas, el narrador oral y escritor mexicano-español José Víctor Martínez, complementaron sus reflexiones.
No podían faltar argumentos como que, en efecto, el cuento es una conspiración bienhechora, “es el decálogo de los decálogos, a veces vilipendiado (cuento chino o el cuento de nunca acabar), que debería ser un derecho para los niños, a quienes se les debe hablar todo el tiempo desde su nacimiento, y a la gente, en cada país”.
Garzón Céspedes, rememorando a José Martí, resaltó que el sentido de la vida es el mejoramiento humano y, por eso, “cada vez que alguien es amable y me dedica una sonrisa, le hago un cuento de tres minutos”.
Hace poco, cuando esperaba en un gran almacén de Madrid, una empleada le sonrió. “La llamé y le hice un cuento: hoy en España, todo el mundo amaneció con azúcar en los labios, pero sólo lo supieron quienes se besaron”.
Luego, la excelencia de la oralidad en las actuaciones de José Víctor Gil, María Luisa Aranda, Fátima Martínez, Elena Villarroja y el cura Eduardo Ares, este último con una curiosa declamación del clásico Caperucita Roja en latín.
Como broche de oro, la entrega del Premio Iberoamericano Chamán, que se concede desde 1989, por Garzón Céspedes a Liuba María Hevia, quien se despidió con un regalo a un público ferviente de entusiasmo, con su canción Tú amor es el canto mío.
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