Roberto Vitlloch, director de la Oficina del Conservador de la cuarta villa cubana, dijo a Prensa Latina que el oratorio -con más de tres siglos- es la edificación central de la zona histórica que agrupa a más de dos mil inmuebles de los siglos XVII y XVIII.
Explicó que el templo, también conocido como del Espíritu Santo, realizó su papel en catequizar a la población indígena y fue el sostén de la fe entre los conquistadores.
Al relatar sus orígenes, precisó que nació con el primer asentamiento de la villa en Pueblo Viejo, cerca del río Tuinucú, cuando Diego Velázquez fundó el sitio, que llegó a tener un poco más de 100 personas con la población indígena.
Unos ocho años después, al trasladarse a orillas del Yayabo, se construyó de madera y otros recursos locales con más amplitud y mejores condiciones para el culto.
Con la visita del Obispo Fray Alonso Enríquez de Almendáriz en 1661 se solicita por escrito al Rey Felipe II reedificar la iglesia al ser poco espaciosa. Las obras fueron costeadas por el sargento Don Ignacio de Valdivia entre 1620 y 1680.
Leyendas y tradiciones acompañan al templo. En sus archivos se conservan datos de uno de los primeros entierros, el de Bartolomé Ortégano el 6 de julio de 1712, con misa cantada con vigilia de tres canciones.
Casi un siglo después con la inspección del Obispo Espada (1804), se prohibió sepultar a fallecidos dentro del recinto religioso y se dispuso la construcción de un cementerio general.
Como recuerdo de aquellos ritos luctuosos se conserva una bóveda en la antigua capilla del Rosario, hoy del Santísimo, con los restos del Monseñor Pablo T. Noya Mínguez, quien fue durante 46 años párroco de esta iglesia.
En 1665 un grupo de piratas violentó los archivos de la parroquia y se llevó vasos sagrados, ornamentos litúrgicos y la famosa paloma de oro -el Espíritu Santo- donada por Don Pedro Pérez de Corcha en 1612.
Sus legajos guardan también bautizos y matrimonios ordenados a negros por esclavistas de la época, predominando el apellido Angola, origen geográfico de estas personas.
El campanario conserva sus cuatro carrillones fundidos en oro, plata y bronce por artesanos cubanos en los años 1771,1835 y 1853.
La torre que, en su época fue la mayor del país, mantiene su primer reloj, comprado en 1771 con 600 pesos reunidos por el pueblo para la construcción del puente sobre el río Yayabo, otra de las joyas históricas de la villa.
El edificio salvaguarda techos de original armadura, de signos arábigos, sus arcos de ladrillos, los alfarjes de la nave principal y la cubierta abovedada de la Capilla del Cristo de la Humanidad y la Paciencia.
Este conjunto arquitectónico y sus tradiciones conforman uno de los inmuebles más sobresalientes del centro histórico de Sancti Spíritus, el cual se aspira sea propuesto a la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
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