Roberto F. Campos
Periodista de la redacción de Economía de Prensa Latina
Y es el caso de que tal novedad la aportó la familia de uno de los fundidores, quien trabajó en la primera de las ocho piezas del conjunto presente en ese lugar.
Sobre el tema, Roberto Vizcón Toledo describió a Prensa Latina detalles sobre el asunto.
Recordó que su abuelo Emilio Vizcón Hernández fue uno de los fundidores de las piezas e incluso trabajó en Los Venados de la escultura que recibe a los visitantes del Zoológico de la calle capitalina de 26, obra de la famosa escultora cubana Rita Longa.
El remitente es nieto de Emilio Vizcón Hernández (1883-1981) y biznieto de Diego Vizcón Valdés (1853-1895), este último quien fuera trompeta del ejército español en Cuba.
Emilio Vizcón Hernández pertenece a la segunda generación de esa familia junto a dos hermanas. En la actualidad, hay registros de 82 descendientes, aunque una parte de ellos ya murieron o viven en Estados Unidos.
En cuanto a las figuras del Prado habanero, Emilio Vizcón Hernández, el fundidor, era un hombre de 1,58 metros de estatura y 50 kilogramos de peso (vivió de 1883 a 1981). De joven su pelo fue rubio color oro y sus ojos azules, carácter afable, muy sincero y de buen corazón.
Comenzó como obrero aprendiz con 12 años de edad en el taller de mecánica luego de la muerte de su padre, pero fue enviado hacia la fundición el mismo primer día de trabajo.
El destino hizo esta movida salvadora de su vida, pues el taller de mecánica al cabo de unos meses registró una explosión causante de varias muertes, recuerda el nieto.
Emilio aprendió con rapidez los secretos de fundición, porque le eran atractivos y tenía una gran motivación, hiperactividad y juventud, lo cual le ganó el apodo de bichile (doble picante).
Esa persona fue fundidor de oficio durante 70 años. Su aprendizaje fue autodidacta, no cursó estudios escolares después del tercer grado de enseñanza primaria y trabajó en Talleres de Obras Públicas, en algunos contratos relevantes hasta 1950.
También laboró en diferentes instituciones, entre ellas la Fundición de Raúl Sánchez (su aprendiz) de 1933 a 1944, y en Fundición Habana situada en las inmediaciones de las Calzadas capitalinas de Concha y Luyanó (1944-1947).
Mientras Emilio trabajó en Obras públicas (como Maestro Fundidor) tuvo una etapa como financiero de la junta del sindicato de trabajadores ferroviarios y metalúrgicos en algún momento (1920-1929). Comenta su familiar que la destacada escultora cubana Rita Longa le apreciaba mucho por su profesionalidad.
La escultora se lo manifestó a Emilio en los años que trabajaron juntos, en conversación personal y también expresada a su nieto mientras trabajó en una obra suya, Leyenda de Canimao, en la Universidad de Matanzas, alrededor del año 1985.
Los talleres de Obras Públicas asumieron entonces las obras de los ocho leones del Prado de 1928 a 1929. Ese trabajo comenzó antes de que Emilio recibiera el encargo, pues quienes iniciaron las tareas fracasaron.
Emilio cambió todo lo necesario y logró que se fundiera el primero de los Leones con una excelente calidad.
Su alegría por la hazaña le hizo ofrecer el día libre a los fundidores que participaron, medida que originó discrepancias con los administrativos, lo que le llevó a renunciar y quedar sus labores solo en el primer león de los ocho del Paseo.
En un artículo de la revista cubana Bohemia, reseñaron la presencia del maestro fundidor en los talleres de Obras Públicas, en los cuales se esculpió y concretó la obra Virgen del Camino en la Habana (1948-49), de Rita Longa.
Además, en esa misma factoría acometió El Niño y el Pelícano en la Flor de Agua (1950-1953) del Zoológico de La Habana, escultura de Jilma Madera (autora también del Cristo de la Habana).
El fundidor fue contratado dos veces en Estados Unidos, la primera en 1915 y la segunda de 1920 a 1925, para realizar trabajos de plantillería en Yeso necesarios en la fundición de metales.
Por demás, llegó a tener un taller de fundición y herrajes que se registró al triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y funcionó como tal hasta 1968 (Santa Ana 18, Luyanó).
El nieto del maestro fundidor, Diego Vizcón Toledo, nació en La Habana el 28 de diciembre de 1951 y realizó estudios y se graduó en 1973 de ingeniero mecánico en la actual Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echevarría (CUJAE).
POESÍA, TURISMO E HISTORIA
Los Leones del Prado de La Habana significan poesía, turismo e historia distribuidos por una avenida con mucho para contar.
Es un Paseo como pocos, arbolado, representativo para el turismo en Cuba que destaca sobre todo por valores históricos, como los atesorados en sitios como este.
Turistas de todo el mundo quedaron impactados por las siluetas de bronce del Prado que captan la atención por su carácter, belleza y poesía: los leones del Prado.
Siempre con mirada agresiva y rugir que se podría escuchar con un poco de imaginación, esos felinos de bronce constituyen escenario propicio para una foto familiar, o simplemente para enmarcarlos en hoteles del derredor como el Parque Central, El Telégrafo o el Sevilla.
Los historiadores recuerdan que a fines de 1700 las autoridades coloniales españolas adoptaron un programa de obras públicas con la finalidad de otorgar un brillo particular a la villa de San Cristóbal de La Habana, fundada en 1519.
Ya a fines del siglo XVIII por el Prado se paseaban aquellos «habaneros» o visitantes, aunque su imagen actual estuvo casi a punto al término del siglo XIX.
Crecieron modernas viviendas alrededor y en 1928 recibió un nuevo empuje con bancos de mármol, luminarias, copas y su más importante agregado: los leones con bronce de viejos cañones.
El Paseo del Prado se nombró posteriormente Martí, en honor al héroe nacional cubano José Martí (1853-1895), pero siempre se le mencionó con la primera denominación.
Por demás, El Paseo del Prado tuvo varios nombres: Paseo del Prado, Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, nombre oficial.
El Paseo lo componen la propia avenida, el Parque Central, la Explanada del Capitolio y la Plaza o Parque de la Fraternidad, aunque muchos piensen que es solo la parte de los bancos y leones.
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