Por Verónica Núñez Lastre, Estudiante de Periodismo
Rumanía, Argentina, China y en la misma Francia hay versiones de la también conocida como Ciudad Luz, que comparten con la original en la belleza de su arquitectura, cultura y su ambiente histórico.
LA PEQUEÑA DEL ESTE
Para algunos, Rumanía es sinónimo del conde Drácula, porque de aquí es originaria la leyenda del cruel príncipe Vlad Tepes que inspiró al escritor británico Bram Stoker para escribir su novela de terror.
Sin embargo, este país y su capital, Bucarest, tienen mucho que mostrar más allá de cuentos sobre condes y vampiros.
En un reportaje, el periodista argentino Juan Pedro Chuet-Missè explicó que la principal ciudad rumana conserva valiosos testimonios de los años en que era conocida por el sobrenombre de “la pequeña París del Este”.
Desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, las pudientes familias del territorio enviaron a sus hijos a estudiar a París, quienes al regresar incorporaron a su capital conocimientos adquiridos de arte, arquitectura, economía y corrientes sociales.
Entre los lugares más destacados se encuentra el Museo Nacional de Arte de Rumania, de estilo neoclasicista, reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial; el Ateneo Rumano, principal sala de conciertos de música clásica, y el Athenee Palace Hotel, de estilo art-decò.
El pasaje Maca-Vilacrosse rememora a los cafés franceses con sus cúpulas y frontones y la metrópoli tiene su propio Arco del Triunfo, de 27 metros de altura y construido un siglo después del parisiense, subrayó en su cuenta de Instagram Diego Diaz Martin, experto en gestión ambiental, turismo y sostenibilidad.
Una de las mayores atracciones, sostuvo, es el Palacio del Parlamento, otrora Casa del Pueblo, el segundo edificio más grande del mundo, solo superado por el Pentágono de Washington, y que ostenta además los títulos del más pesado y de mayor costo según el Libro de los Récords Guinness.
EUROPA EN CHINA
Más al este, en China, en la modesta ciudad de Tianducheng, hay una réplica del monumento que con mayor acento identifica a París: la torre Eiffel, aunque su gemela tiene solo 108 metros de altura, mientras la original se eleva hasta 330.
El centro urbano, ubicado en la provincia de Zhejiang, comenzó su andadura hace poco más de una década y presume de varias construcciones diseñadas para recrear el encanto clásico europeo.
Un artículo del periodista Gulnaz Khan refiere que se trata de una lujosa promoción inmobiliaria con el interés de atraer turistas y residentes dada su baja densidad poblacional.
Los visitantes pueden disfrutar de representaciones en menor escala del Arco del Triunfo, la plaza de los Campos Elíseos, los jardines de Versalles y los edificios del estilo neoclásico francés.
La atracción principal sigue siendo la torre, la segunda réplica más grande del mundo, superada solo por la que está en el hotel París Las Vegas, en Estados Unidos.
Curiosamente y gracias a la técnica de “duplitectura”, el gigante asiático tiene otras cinco replicas en las ciudades de Beijing, Shanghái, Fuyang, Guangdong y hay planes de construir un doble del lugar de nacimiento del escritor inglés William Shakespeare en Fuzhou.
OTRA EN FRANCIA
Para la redactora del blog 65, Victoria Herrero, la ciudad de Burdeos, en el sur de Francia, resulta el destino perfecto para una escapada de fin de semana; un lugar para enamorarse al más puro estilo chic francés y no solo por sus viñedos.
Ella destaca que el legado de edificios neoclásicos transporta al visitante a París por el increíble parecido con las construcciones de la capital francesa.
La plaza de la Bolsa, actual Cámara de Comercio, es similar a la Plaza Vendôme, y la puerta de Cailhau, entrada del centro de Burdeos, de estilo gótico-renacentista, parece sacada de un cuento medieval.
Otros lugares destacables son la Explanada de los Quinconces, una de las más grandes del continente europeo; la Catedral de Saint-André, Patrimonio de la Humanidad, y el Gran Teatro de Burdeos, que inspiró al arquitecto Charles Garnier para el diseño de la Ópera de París.
EN SUDAMÉRICA
La magia parisiense también cruzó el océano Atlántico y se asentó en Buenos Aires, capital de Argentina, para algunas personas la Europa de América.
Según el periodista e historiador Daniel Balmaceda, a finales del siglo XIX se regalaron veinte mil pasajes a los franceses para que conocieran Argentina.
Diez años más tarde, ya se había planeado la construcción de 140 palacios sobre la avenida Alvear, considerada hoy la calle más aristocrática de la capital.
La presencia francesa en la cultura de la nación suramericana es tanta, que en el barrio Recoleta las calles fueron nombradas como los expresidentes argentinos que gobernaron durante la época de mayor auge de influencia del país de los galos.
Palacios como el Fernández Anchorena, Duhau, Pereda o el exquisito Alvear Palace Hotel, fueron construidos bajo la inspiración de la clásica arquitectura de esa nación europea.
El pasaje Rue de Artisans, ocupado por tiendas de moda, decoración, galerías de arte, casas de empeño y de antigüedades junto a modestos comercios, evoca de forma impecable el ambiente sofisticado y «snob» de París.
Su patrimonio cultural, histórico y arquitectónico ha convertido a la Ciudad Luz en una de las capitales más reconocidas y bellas, motivo por el cual sea un orgullo de algunos que su metrópoli la comparen con la francesa, símbolo de la moda, la gastronomía y el romance.
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