Por Noel Domínguez
Periodista de Prensa Latina
Tras el desembarco el 2 de diciembre de 1956, cayó preso en la debacle acaecida después de la irrupción y la aviación comenzara a atacarlos de manera despiadada; eterno miope perdió sus espejuelos y buscándolos los aplastó, viéndose obligado a caminar a base del tacto con sus manos.
Remitido al Presidio Modelo de Isla de Pinos en las dos ocasiones, en la primera resultó indultado junto con el líder histórico Fidel Castro y el resto de los combatientes en mayo de 1955 por la presión popular.
En la segunda ocasión, tomó la dirección del penal junto con Armando Hart y otros compañeros al día siguiente de la Revolución que triunfó el 1 de enero de 1959, a la que tanto ayudó a forjar.
Nacido de familia con cierta holgura económica, ambos integrados al magisterio en la ciudad de Nueva Gerona en Isla de Pinos, conoció a Fidel desde la Ortodoxia en 1946 y siempre contribuyó con él y su causa.
No solo participó en las acciones revolucionares en su lucha en la clandestinidad, en las labores conspirativas en el apartamento de Abel Santamaría, en los preparativos del asalto al cuartel Moncada y en la expedición del Granma, en la prisión fecunda, sino también tributó estimables montos económicos derivados de la venta de su plaza laboral en Vaillant Motors Corporation.
Egresado de su primer tránsito por prisión, se incorporó de inmediato junto a Fidel, Raúl y sus compañeros al exilio mexicano participando activamente en los preparativos del Granma hasta el desembarco.
Por todos sus méritos, recibió el grado de Comandante, y en septiembre de 1965 integró el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba (CC-PCC). Un año después fue nombrado responsable nacional de administración y finanzas de éste.
En 1970 ocupó por orientación de Fidel la secretaría de organización del CC-PCC, también pasó a ser miembro suplente del Buró Político y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, viceministro del Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT), precursor del hoy Ministerio de Turismo.
Después fue ministro de Comunicaciones, que ejerció durante más 10 años, para desempeñarse finalmente en lo que consistió su principal orgullo, como Ayudante Personal del Comandante en Jefe.
DEDICACIÓN LABORAL CONSTANTE
En esas tres últimas etapas de su accionar dentro de la Revolución que ayudó con su sacrificio a formar y consolidar, tuve el privilegio de conocerlo e identificarme con su estilo de trabajo.
Conocí de su dedicación laboral constante, diaria, hasta altas horas de la madrugada e inclusive de sus picarescas referencias llenas de cubanía y criollismo, que compartía transitando en auto con el inseparable tabaco en boca. Nos comentaba que “a los gallegos tendremos que hacerle algún día un monumento por haber creado a las mulatas cubanas”.
Cuando ocurrió el secuestro en 1968 de la embarcación de pesca Alecrín, llevada a las costas de Venezuela por un grupo contrarrevolucionario, se mantuvo en una verdadera vigía personalmente al frente del puesto de mando de comunicaciones situado en La Chorrera.
Intentó infructuosamente comunicarse con los secuestrados por tres noches seguidas, sin dormir, lo que ocasionó a este relator sufrir agudo cólico nefrítico de ingreso hospitalario incluido, no más haberme dejado de regreso en mi apartamento, después de rescatada la nave con su tripulación.
Acompañó al Comandante en Jefe a la Universidad de La Habana para su encuentro con el inolvidable Hugo Chávez, recién llegado al país por vez primera en diciembre de 1994, en víspera de la conferencia en el Aula Magna, pudiendo yo personalmente atestiguar cuánta era la confianza e identificación con Fidel, siendo al único que escuché tutearle.
El 7 de mayo de 1999, simultaneando sus funciones con la de Coordinador Nacional del Grupo de Termalismo que el líder histórico de la Revolución le encargara, instauraba su primer Congreso Nacional cuando lo sorprendió la muerte en plena faena organizativa acabando de regresar de Ciego de Ávila, donde pretendía lograr que la cuota de inscripción sobrepasara los 350 delegados entre nacionales y extranjeros.
Hasta el día se puso triste y de luto con el fallecimiento de Jesús Montané Oropesa, conocido como Chucho; el pueblo que tanto amó y por el cual tanto sacrificio aportó, lo lloró intensamente. Nos dejó un legado de resultados favorables en toda su obra, desinteresado a más no poder, entregado pleno a la causa que abrazó desde los inicios.
Pero, por sobre todas las cosas, fue un hombre incondicionalmente fiel al Comandante en Jefe Fidel Castro, a la Revolución cubana.
arb/ndm