A su paso, con sus alas extendidas y viajando en columna acorde a las corrientes de aire van dibujando el firmamento, en su viaje del oriente hacia el occidente en busca de sus zonas de cría o estancia temporal.
Abel Hernández, delegado de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre en el territorio, dijo a Prensa Latina que esta peregrinación es un éxodo regular de muchas especies para escapar de las aguas congeladas en sus zonas árticas.
El fabuloso espectáculo es parte de las maravillas que acontecen en los amaneceres e incluso en el ocaso del día por esta época del año, cuando millones de aves emprenden un largo y arriesgado viaje como parte del ciclo de vida hace millones de años.
Por generaciones van a seguir las rutas migratorias implantadas, por lo general, de norte a sur hacia lugares propicios para descansar y reponer energías como es el caso de las que pasan o llegan al archipiélago cubano.
Se estima que durante la migración otoñal miles de ejemplares de más de 200 especies de Norteamérica se hospedan en las costas, lagos y riachuelos de la isla, mientras otros descansan y se refugian en montes, costas, manglares y en bosques urbanos para continuar al sur.
Los visitantes alados se observan también en ecosistemas y áreas de conservación en la costa norte, los cayos del archipiélago Sabana-Camagüey, en el centro-este del país, las penínsulas de Hicacos y Guanahacabibes, en el Occidente, entre otros sitios.
Otras zonas de estancia son la cordillera de Guaniguanico, en el Occidente, Sagua-Baracoa, en el oriente, el Escambray -Sancti Spíritus, Villa Clara y Cienfuegos-, el grupo Sabana-Camagüey y la Ciénaga de Zapata, en el centro.
Las especies realizan otros movimientos en respuesta a cambios en la disponibilidad de alimentos, de hábitat o climáticos, que suelen ser irregulares o solo en una dirección y son calificados como nomadismo, invasiones, dispersiones o irrupciones.
Muchas invernarán en Cuba, otras continuarán rumbo al Sur, a otras islas del Caribe.
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