Se marchó de este mundo hace casi 10 meses, pero en su adiós dejó un legado infinito de poesía y prosa, con luces tan vigentes que fascinan en la actualidad con la nueva edición de su libro Pequeñas escenas.
Un tributo en la Casa de América de Madrid, no exento de emociones, en presencia de uno de los hijos de la escritora, el notable músico José María Vitier, con un rosario de recuerdos que enaltecen el perfil de la autora de El huésped; Los extraños retratos; Uno vuelve a subir las escaleras o De qué silencio eres tú silencio.
La velada, con el equilibrio de la mesura y a la vez el brillo de su obra, a tono con su propia personalidad.
Algunas notas musicales de Vitier y los relatos anecdóticos de su madre, empeñada en hacer cartas que nunca enviaría o de hojas fantasmas ante la falta de tinta de su máquina de escribir.
Así, sin estridencias, la escritora española Marifé Santiago desgranaba la trascendencia de Pequeñas escenas, en el redescubrimiento de la prosa de García Marruz, ensalzada también por la editora de Huso, Mayda Bustamante.
Bustamante, honrada según sus propias palabras, de poder publicar una vez más a una de las plumas más excelsas de la literatura latinoamericana, Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2007 y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011.
Las memorias infaltables también para el grupo Orígenes creado por José Lezama Lima, que integró García Marruz junto a su esposo Cintio Vitier; otro poeta cubano de fuste, Eliseo Diego, que se casó con su hermana Bella Esther y, por supuesto, sus referentes Federico García Lorca, Gastón Baquero, María Zambrano y hasta Marcel Proust.
Al leer Pequeñas escenas, Fina García Marruz se despide del mundo del ayer, ese que no volverá nunca más y lo hace para dejar la marca del recuerdo de la juventud, cuando tenía 32 años; y aparece un tanto a lo Proust para regalarnos ese fragmento de vida para su familia, sus hijos y los que vendrán, reflexionó Marifé Santiago.
El arte de la palabra de una persona capaz de cantar y hacerlo bien; de la exigencia y la necesidad de escribir de un modo hasta cierto punto introspectivo; y de trascender sin proponérselo dentro de esa personalidad tan distraída que la caracterizó, al decir de José María Vitier.
En la complicidad de mirar en todas las facetas posibles a Fina García Marruz, también la pintora e ilustradora Silvia R. Rivero, en un repleto Salón de Embajadores de la Casa de América de Madrid.
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