El aserto viene sobre todo a cuento por el protagonismo secular en la práctica de ese flagelo atribuido a la Asociación Nacional Republicana del Partido Colorado (ANR-PC), uno de los dos principales contendientes ante la consulta de este 30 de abril, según fuentes locales.
Estudiosos, medios de prensa y observadores políticos de distintas épocas y credos reflexionaron críticamente durante los últimos 300 años sobre ese mal que involucra al Estado paraguayo, desacredita la probidad de su sistema legal y denigra ética y moralmente a la sociedad local.
“La corrupción del país se remonta a tiempos de los colonizadores españoles, cuando los gobernadores ya realizaban cierto tipo de contrabando», afirma Herib Caballero, Doctor por la Universidad Nacional de Asunción y Magíster en Historia del Mundo Hispánico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
Aunque muchos concentran las culpas sobre ese engendro en los 76 años de la ANR-PC (fundada con ese nombre en 1947), otros recuerdan que esta surgió en 1887 como Partido Nacional Republicano que solo dejó de gobernar de 1904 a 1946 y de 2008 a 2013, lapso este último del Frente Guasú, único Ejecutivo opositor de la época.
Algunas fuentes limitan el origen exclusivo de la corrupción paraguaya a la etapa dramática y luctuosa de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), que (re)instituyó en el país ese mal introducido por los colonizadores ibéricos.
El académico Caballero insiste en el control de la corrupción que logra el general golpista, mediante el otorgamiento de ciertos privilegios ilícitos a los militares y a su círculo más allegado para lucrar, principalmente, con el contrabando.
“A los militares les favorece –explica el experto- bajando el tributo para la importación de vehículos y, además, comienza a distribuir de manera irregular las tierras que debían destinarse a la reforma agraria. Así nacen los grandes latifundistas del país, en desmedro de los campesinos”.
La socióloga local Milda Rivarola, por su parte, recuerda que Stroessner “se vende como un militar incorrupto, héroe de la Guerra del Chaco, que venía a poner orden, pero se da cuenta de que no podía gobernar sin el PC y sin la corrupción que había en el PC”.
Otros analistas, como el periodista del diario local Última Hora Daniel Espinoza, recuerdan que durante la llamada ‘transición democrática’, después de 34 años de la caída de aquel régimen dictatorial, persistieron “las raíces de su sistema institucionalizado de corrupción”.
El estudioso aprecia que, pese a la elaboración de una nueva Constitución después de la dictadura, los citados vicios “stronistas” continuaron mediante fraudes electorales y mal manejo de los bienes públicos a cargo del Gobierno.
Las intendencias –rememora Espinoza- pasan a ser autónomas, y los recursos comienzan a distribuirse entre las administraciones de cada municipio, por lo que “la corrupción hizo metástasis en todas las ciudades, con denuncias de malversación, enriquecimiento ilícito o lesión de confianza”.
Los citados expertos coinciden en estimar la actual pandemia de Covid-19 como el más actualizado modelo de corrupción moderna paraguayo, sobre todo por el desvío de recursos asignados al Estado para enfrentarla.
La enfermedad desnuda una vez más, de acuerdo con Espinoza, los altos niveles de corrupción, mediante falseadas operaciones de equipamiento a hospitales, compra de insumos con sobrecostos, un paupérrimo sistema de transporte «y la vergonzosa vacunación irregular a políticos favorecidos».
Para el comunicador del diario Última Hora, esas son solo algunas muestras del actual manejo de recursos por el aparato estatal, “sin un desarrollo real, con licitaciones dudosas, personas avivadas y una cultura centrada en el beneficio propio, del amigo, pariente o allegado”.
“Somos ‘nomás luego’ un país corrupto”, se asume con un sentido de resignación ante escandalosos hechos que salen a la luz pública y gozan de impunidad en muchos casos», lamenta el comentarista local.
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